10 de octubre
Hoy nos avisaron que Elpís se suicidó. Nadie se lo podría creer. El salón se tornó de un ambiente alegre, como de costumbre un martes, a uno de pesadumbre. La mayoría le considerábamos un amigo, entre ellos estaba yo. Nadie tenía algún conflicto con él, al menos ninguno de nuestro salón. Le gustaba ayudarnos en dudas sobre cualquier materia, sabía mucho. Pero hoy se fue… hoy 10 de octubre.
En la primera hora clase, el maestro intentaba hablar sobre el problema del suicidio. Nadie respondía nada hasta que Sofía lo interrumpió y dijo:
–¿No cree que es desconsiderado hablar sobre esto sin Elpís? –Se puso de pie y terminó dándole un golpe a la silla, cosa que ella nunca hacía.
–¿Por qué lo dices Sofía? –Colocó su brazo izquierdo sobre su barbilla, como siempre lo hacía cuando se burlaba de nuestros argumentos.
–¡Ustedes saben la causa y se limitan a hablar sobre una consecuencia no del problema! –Sus manos estaban tensas, lo podía notar en su mirada y su voz quebrada.
–¡Salte y ve a dirección! –Ese grito calló toda esperanza de revolución por nuestra compañera, una voz que fue callada por una orden sin fundamentos.
–¿Alguien quiere acompañar a Sofía?
El salón quedó helado, no supimos qué hacer, pero ahora entendíamos algo, el suicidio no solo es un problema, es una consecuencia de algo. Ahora la pregunta es, ¿qué era ese algo que provocó que Elpís se suicidara? De alguna manera todos lo extrañamos, no importa si era amigo o no. Ya no importa, hoy se fue…
La clase continuó después de la expulsión de nuestra compañera. Fueron cincuenta minutos de provocaciones, las cuales no podíamos responder. El maestro dijo algo sobre la paciencia y ahí fue cuando Jules levantó la mano. Pensé que sería su perdición.
–La paciencia es una virtud que debemos practicarla todos los días, a cada momento –Nunca participaba, era tímido, le daba miedo ver a la cara a los maestros. Sin embargo, hoy lo hizo. Algo o alguien lo hizo cambiar.
–¿Por qué lo dices? –Su tono de burla ya era común para nosotros, así que solo seguíamos con nuestras observaciones si teníamos alguna.
–Esa era una frase de Elpís, no sé de dónde la sacó. Hoy entiendo que es un consejo que nos da a nosotros para esta clase. –Todos entendimos que ese algo era vencer la burla con la paciencia, la impertinencia del maestro contra nuestro temple.
El maestro se empezó a reír y terminó diciendo: “la paciencia no devuelve a las personas”. Nos mantuvimos inquebrantables, pero no logramos ser inmutables, el comentario dolió. Tenía razón, nuestra paciencia no devolvería a nuestro compañero. Sus palabras lo hacían estar presente entre nosotros y eso tenía un valor más grande.
El timbre sonó y junto con el sonido entró nuevamente Sofía. Su rostro se veía caído, derrotado y sin ganas de hacer comentarios, o fue lo que pensé. El maestro salió y las preguntas hacia ella no frenaban: ¿qué te dijeron? ¿supiste algo sobre Elpís? ¿fue causa de ellas? La última pregunta nos brincó a todos, pues la hizo Adel, amigo y único hombre aceptado por ese grupo. Nadie consiguió respuesta más que un gesto que anulaba toda esperanza nuestra.
–Les hablaron a mis padres –Dijo con voz baja y tiritando–. Ellos no hicieron caso sobre las palabras de la directora. De hecho, me apoyan y quieren saber la verdad de…
En ese momento entró la maestra Pséma. Conocida por nosotros como la “medias-verdades”. Decían las malas lenguas y el testimonio de nuestra compañera Aletheia, de cariño Ali. Le gustaba usar pañuelos de color extravagante y es la mejor amiga, maestra, de ese grupo. Siempre nos hace discursos muy elaborados, o al menos para nosotros lo son, ya que ella dice que la única mente capaz de entender la situación actual es la femenina. Por lo tanto, yo al igual que varios del grupo no logramos entender. Nunca nos deja opinar sobre la clase y se justifica diciendo: “ustedes no saben ya que son hombres”. ¿Realmente no sabemos por eso?
La clase empezó con una pregunta de la maestra a los hombres, cosa que hace todos los días para después darnos la palabra y así callarnos con su argumento tomado de la frase de sus pañuelos: ¿tú qué sabes de esto machito?
–¿Los hombres se suicidan y hay que olvidar a todas las mujeres asesinadas por hombres? –La risa del final de la pregunta atormentó a algunos y enojó a bastantes más, se podía ver en sus ojos con un fuego vivo–. Vamos chicos, ¿de qué sufren ustedes? En todas las épocas y junto a ellas las civilizaciones, la mujer ha sufrido más –Nos dio la espalda para empezar a escribir en el pizarrón.
–Maestra, ¿no cree que su afirmación no tiene fundamento?
–¿Quién dijo eso? –Giró rápidamente y emitió su juicio– Fue un hombre, estoy segura.
–Sí. Fui yo maestra –Fue Fobos, nunca había hablado–. No hay fundamento en mezclar el suicidio de nuestro compañero con su campaña ideológica.
–¿Fobos? No me creo lo que estás haciendo. No había escuchado tu voz, la verdad no me importaba. Tú al igual que el excompañero no tienen voz ni voto, son hombres.
–Ese es su error, maestra. Asumir que nuestra condición determina quiénes hablan o no.
–No soy yo, es la evidencia a lo largo de los años. Hoy no nos callamos y empiezan a suicidarse. Nosotras hemos soportado por años, décadas, siglos y no nos dejamos caer.
–¿Cuáles son los datos que tiene sobre el suicidio en mujeres? –Fobos se puso de pie, y como árbol fuerte e inquebrantable, no se movía.
–Matan a más mujeres por día que a hombres.
–Maestra, con todo respeto, yo pregunté por suicidio. Si no tiene datos, no invente cosas –Su mirada tenía ese mismo fuego que tenía Sofía al inicio con el maestro.
–Insolente, ¿quién te crees al hablarme así y pararte de esa forma tan retadora conmigo?
–Soy Fobos, maestra. Y yo le citaré una frase de Elpís: «cuando el miedo inunda a la verdad, la mentira sale a jugar con el mundo. Sin embargo, ¿quién no tiene miedo a decir la verdad? Por eso, con el recuerdo de mi amigo no permitiré…
Tan rápido como un rayo se vio un borrador dirigirse e impactar en el rostro de Fobos. El silencio se adueñó nuevamente del salón. Ahora una nariz sangrante adornaba el blanco del suelo. Nadie dijo nada, no podíamos. Creímos que una compañera saldría a defendernos. Ellas consideraban a la maestra extremista y por miedo a ella, no le decían nada. No la corrían, la directora tenía una buena relación con ella. Las manecillas del reloj, al lado del pizarrón, se adueñaron de la melodía hasta que, para sorpresa de todos, Fobos retomó la palabra.
–Esto demuestra que la violencia no tiene a sus favoritos. Y que todos podemos ser víctimas de las injusticias del mundo. Usted se equivoca.
Esa frase hizo enojar más a la maestra. Lo tomó del brazo y lo llevó a la dirección. ¿Quién podía hacer algo contra la pareja del hijo de la directora? Todo aquel que levantara la voz a la maestra, siendo hombre, era expulsado. Excepto Elpís, siempre tenía un argumento que dejaba a la maestra encolerizada y gritando el resto de la clase. Nunca la insultó. Cada palabra que compartían parecía un baile, ejecutado por las palabras, en el espacio que los mantenía distantes.
No regresaron hasta el final de la hora clase. Nos dejó trabajo, únicamente leíamos el libro. ¿Aprender a trata de replicar con exactitud lo que el maestro enseña? Si me preguntaran en este momento, respondería que sí. Eso es lo que nos enseñó la maestra, al menos se dedicaba a repetir y no razonaba lo que decía. ¿Por qué dañar está bien cuando está en nombre de una ideología? No lo entiendo. Creo que nadie de nosotros lo entendía todavía. Aseguró que no era importante para nosotros, casi nadie preguntaba por nuestro sentir o pensar. Las clases nos enseñan cosas del pasado para no repetirlas en el futuro o eso decía el maestro del semestre pasado. Una maestra nos dijo que el exceso en cualquier postura, o idea, puede llevar a la destrucción de civilizaciones. Yo creo que la escuela es… no sabría decirlo. No importa la idea de un joven, menos siendo varón y de tez morena.
El receso llegó. Cada uno tomó su lonche y nos fuimos al patio. Las miradas no tenían un punto fijo. Los pasos se escuchaban y eran cada vez más fuertes. Los pasillos se llenaron y estaban repletos de ausencia. ¿Quién es capaz de abordar la muerte desde una temprana edad? Muchas personas han perdido a sus seres cercanos pronto. Elpís no solo era alguien cercano a muchos de nosotros, él era quien tenía una mirada para aquel que nadie lo veía. La oscuridad no se atrevía a lastimarlo, al contrario, eran amigos íntimos. No eran enemigos, se hablaban y aprendían uno del otro.
–Ed, ¿vas a almorzar con nosotros? –Era Sofía, no me acordaba que almorzar juntos era nuestra tradición– Vamos, hablar nos ayudará. –Tenía razón. No habíamos hablado y hacerlo nos ayudaría a concentrarnos mejor.
–¡Voy! –No me quise ver grosero. No tenía cabeza para pensar o querer hablar. Pero fui a con ellos.
–¡Fobos! –Gritó Ali, costumbre poco rara de ella. A Fobos no le gustaba comer con nosotros, pero todos los días le llamaba la voz de Ali– ¡No te escapas hoy! Vamos a almorzar juntos.
–Debemos hacer algo por Elpís. –Esa fue la voz de Adel– No tenía idea de qué sería bueno. Sin embargo, lo que debíamos hacer en ese momento era almorzar.
Todo parecía estar como de costumbre hasta que una voz femenina al fondo gritó: “¡Te equivocas, Lara! Él lo decidió, fue culpa de su poco temple”. Después del grito tiraron a Lara, nos quedamos sorprendidos por unos segundos. Lara estaba en el suelo y nadie se movía. El primero en reaccionar fue Adel, después Sofía y detrás de ella Fobos. Ali y yo nos quedamos un poco más de lo debido sorprendidos. Al incorporarnos ya Adel y Sofía estaban frente a Lara.
–¿Por qué lo hicieron? –Adel tenía una voz dulce cuando estaba sereno, molesto era otro– ¿Quién les da derecho a molestar a alguien?
–Su grupo y ella insisten en sentir lástima por Elpís. ¿No era el quién deseaba irse ya? –Eso dolió. Siempre escuchamos una palabra de aliento de su parte. Pocas veces él fue escuchado por nosotros por gratitud.
–Te equivocas, Gloria. –Esa voz fue la de Damián. No vimos cuando se incorporó– Elpís tomó una decisión, consecuencia de muchos problemas. No es lástima, lo vería más como empatía por saber las razones.
–Consecuencia o no, la decisión fue tomada. Tantas cosas que pudo hacer y eligió esa. –¿Cuáles eran las opciones? ¿Realmente había opciones? Me incomodaba el hecho de hacer un juicio tan precipitado. No tengo idea de las razones. Elpís no pensaba así, siempre tan alegre, tan sensato, tan él mismo. ¿Qué orillaría a una persona tan plena a suicidarse?– Él pensó, él razonó ¿no decían ustedes que siempre fue el más inteligente de su grupo? Al parecer la inteligencia no salva de los problemas.
–¿Quién dice que no lo meditó antes? Gloria, cada día nos despertamos y tomamos la decisión si levantarnos o no. Desde muchos aspectos. Hay cosas que no contamos. Nadie sabe con certeza lo que pasa el otro.
–La bandera que él levantó hoy cae y ustedes insisten en tenerla en alto. Bandera que no tiene ya ningún significado sin él. –¿Quién decide que no tiene significado esa bandera? ¿Somos nosotros los que decidimos que tiene o no valor? ¿La vida en algún momento pierde valor? No podía decirlo, no en medio de una discusión. Nadie tomaría en cuenta mi voz.
Las personas aglomeradas cada vez éramos más. Damián y Gloria no dejaban de alegar. En momentos se metía Adel. Lara fue ayudada por todo el grupo. No buscamos culpables, errados o a quien herir con palabras bien pronunciadas. Queríamos respuestas, solo eso pedimos… Respuestas… Se fue y no supimos la razón.
Hoy se fue…
Hoy no hay vuelta atrás…
Hoy es un día de muchas dudas y pocas respuestas…
–Escucha, Gloria. Puede que tengas razón. Sin embargo, cuando una persona pierde el brillo de su vida y no logra nuevamente encenderlo, en ocasiones es mejor terminar de apagar toda idea de volver a iluminarse. No me toca juzgar la acción de Elpís. Un amigo que siempre estuvo para mí. -En ese momento las lágrimas rodaron por todo el rostro de Damián. Sus lágrimas eran de dudas y aprecio. Él lo conocía mejor que cualquiera de nosotros. Si alguien sabía algo, por poco que fuera, ese era él- No tienes derecho a minimizar su vida, o ¿ya se te olvidó que también apoyaba lo que tú defendías?
–¡Cállate, Damián! El hecho que nos apoyara no significa que le tuviéramos aprecio.
–¿No? Aunque tuvieran métodos poco éticos, él estaba ahí para ayudarles a exigir las cosas de mejor manera. ¡Nunca las abandonó!
–¡Sí nos abandonó! –No esperábamos esa respuesta, su grito sonó por todo el patio– ¡Él siempre mostró preocupación por nosotras! ¡Pero se fue! ¡Nos abandonó y ya no habrá alguien más! –Sus ojos por primera vez en público lloraban por un hombre, una persona que significó un cambio.
–Lo sé. El recuerdo es más significativo. Él siguió su camino, él eligió tomar esa decisión. Desconozco la razón, él supo sus motivos.
–Duele, sí. –Adel siempre sensato, no le gustaba hablar de dolor– Ese sentimiento que causa la incertidumbre y la ausencia es uno que no podemos explicar. Sin embargo, no podemos dedicarnos a discutir por las cosas que no conocemos.
–¿Consideras que debemos entenderlo en lugar de juzgarlo?
–Pienso que deberíamos recordarlo por las cosas buenas que hizo por nosotros en lugar de hacer algo que perjudique aquello que nos enseñó.
La historia de cada uno debía ser contada. Momentos únicos y gratos. Sentimientos unidos en relatos diferentes. Melodías acompañadas de silencios. No coincidíamos en lo particular pero sí en que la persona que vivía con nosotros esas historias era Elpís. El receso siguió su marcha. Lara, Gloria, Damián y Adel, lograron hablar y no discutir. Aun en la ausencia, el recuerdo de las buenas obras nos hizo entendernos. ¿Es la solución de todos los males? ¿Acaso el recuerdo de lo bueno puede ayudarnos a encontrar caminos que nos beneficien? Recordamos, en lo que faltaba del receso, los momentos graciosos. Sonreír ayuda a olvidar las cosas. Pero, reírnos y poder contar lo que nos sucedió es mejor. Yo hablé sobre como una vez me ayudó a entender mi menosprecio intelectual. Contarlo y hacer broma de ello me ayudó, pues el círculo reconoció que soy bueno. El problema no es externo, el problema es que no soy capaz de verlo yo mismo. Creo que seguiré con ese temor, no lo niego. Ahora no seré yo contra mi menosprecio, seré yo y las personas que saben lo que me pasa.
–Cualquier cosa nos avisan. –Gloria tenía una sonrisa. No sabíamos qué sucedería después, no importaba, ese momento se atesorará por mucho tiempo– Estaremos al pendiente de todo lo que necesiten.
–Tenlo por seguro, Gloria. Te agradecemos a ti por hablar con nosotros y de igual manera por dejarnos compartir un poco nuestro sentir contigo. Nos vemos después.
La siguiente maestra siempre llega tarde. No es por desdén a la clase, de hecho, es catalogada por la mayoría como: “la mejor maestra de la escuela”. Nos enseña muchas cosas, era la clase favorita de Elpís. El semestre pasado casi la corren por culpa del otro salón, no les gusta ser corregidos. Nosotros la apoyamos en esa ocasión, no era cierto lo que decían. La alumna por una calificación quería correr a la maestra.
¿Quién pensaba sobre el suicidio? ¿Es algo que podemos hablar sin problemas? ¿Quién se atreve a ser neutro ante este acontecimiento? Muchas preguntas surgían, una más difícil cada vez. Tal vez Elpís ya es feliz, donde quiera que esté. Vacío o con una deidad, al menos ya no es esta vida. Pensar en él se sentía como si una navaja entrara poco a poco a mi pecho. Su vida se había reducido a comentarios, críticas y preguntas. Nosotros tratamos de recordarlo con lo que él nos enseñaba con sus palabras, actos o silencios. Llevarlo a cabo era la mejor manera de saber que estaba con nosotros.
–Chicos, buen día. –La maestra parecía cansada, no era su rostro de siempre. Entró, se sentó y se quedó viendo el asiento vacío. Ella sabía que alguien faltaba. No lo dijo, no lo decía. Todos sabíamos que a ella le dolía que pasara todo esto– Hoy vamos a hablar sobre… –Suspiró y bajo las manos– Vamos a… –Una lágrima empezó a rodar por sus mejillas hasta llegar a su barbilla para después caer en llanto.
–Maestra, ¿por qué lo hizo? –Esa voz era de Tauma. Todos giramos para verlo, era extraño que hablara– Estábamos empezando a hablar, lo empecé a considerar mi amigo, el mejor de hecho.
–No lo sé, Tauma. En este momento dieron la noticia y no han dicho nada de la causa. –Su mano limpiaba sus lágrimas. No cesaban, todos sabíamos que eran sinceras, pues inmediatamente empezamos los demás a llorar también. Hacerlo nos permitió sacar aquello que no podíamos explicar– Hagamos algo. –La voz de la maestra generó curiosidad en todos los que estábamos ahí sentados– Hoy lo van a enterrar, no le harán velación. Será en la tarde, aproximadamente a las 5. Hagamos unas cartas para dejarlas en el ataúd.
–¿La familia nos dejará estar ahí?
–Ten por seguro que sí. Ya hablé con la mamá. El papá está un poco negado. Lo haremos con respeto. Escriban recuerdos con él, momentos gratos a su lado, palabras que les compartiera. Lo bueno. Sabemos que no era perfecto, como cualquier persona erró varias veces. Hoy es momento de recordarlo por lo bueno, después seremos agradecidos para poder hacer una crítica a esos aspectos malos que poseía y mejorar nosotros.
La clase fue un escribir constante. Cada uno tenía algo que redactar sobre Elpís. No vimos las cosas de los otros. Respetamos cada una de las cartas. Adornamos e hicimos una caja para que pudiera leerlas la mamá en algún momento del entierro. Ella debía saber que lo queríamos. Su hijo dejó huella en nuestra vida.
Las clases terminaron, era momento de irnos a nuestras casas y terminar de preparar los detalles de la despedida. Las alumnas del otro grupo llegaron con nosotros y se apuntaron para llevar globos de color azul, su favorito. Una cosa sorprendente, poder llevarnos bien con ese grupo. Gracias, Elpís. La hora llegaba y las sensaciones de incertidumbre se apoderaban de mí.
Al llegar a mi casa mis padres me esperaban sentados en la mesa con el plato de mi comida favorita. Hablamos sobre lo sucedido y que lo mejor que podíamos hacer era escuchar y darles un buen recuerdo a los padres. No estaba, eso era evidente, sin embargo, el testimonio que nos dio valía más que las palabras de aliento. Pocas veces mis padres se acercaron a platicar, su confianza en mí era muy grande. Consideraban que si me equivocaba sabría salir adelante o pediría ayuda para resolverlo.
Me bañé, puse mi música favorita y canté en la regadera como nunca había cantado antes. Tenía que dejar salir todo ese sentimiento de ausencia. Para mí era importante cantar, expresar mis emociones con tonos altos y bajos. Él insistía que cantara, que se me daba muy bien. Hoy su calendario terminó, el mío no. Tengo opción de seguir. Las marcas de la vida no se reflejaron en su rostro. Eso hubiera ayudado a identificar su problema. “Estoy bien”, ya no creeré hoy en esas palabras con tanta facilidad. Tampoco me entrometeré si no soy requerido.
Ya era casi hora, mi papá encendió el carro con tiempo, solo era cuestión de que yo me subiera para marcharnos y dirigirnos al entierro. No me presionaron para llegar rápido, respetaron mi proceso, me acompañaron, no decían nada, pero ese estar lo dijo todo. No lo hacían por esta ocasión únicamente, pero fue la primera vez que fui consciente de que sucedía.
Al llegar, no era un ambiente triste, la maestra estaba con los padres explicándoles lo que íbamos a hacer. Lo tomaron muy bien. Se alegraron al saber que su hijo era un ejemplo para los demás. Pusimos atención a cada mensaje de los familiares. Lo recordaban bien. El ambiente cambió cuando la mamá sacó una carta, el sobre decía: “Por favor léanla para todos los que estén presentes, si es que hay alguien. Después de que mi cuerpo ya no esté arriba de la tierra sino como parte de ella”. Con lágrimas en los ojos empezó a leer.
Hoy 10 de octubre digo Adiós.
Hoy pensé en terminar con mi vida. Sí, no juego con esto. Y al borde del final me pregunto ¿es posible cortarle las alas a una mariposa que recién acaba de salir del capullo? Sí. ¿Es posible quebrar el espíritu de alguien y convertirlo en nada? Sí. Lo lograron conmigo. Lloraba y mis lágrimas se están acabando poco a poco.
Han ocurrido tantas cosas…
Dichos…
Comentarios…
Ofensas…
Halagos…
Entre muchas cosas más…
La puerta a la vida cerró, no fui yo. No fue el aire, no fue una fuerza sobrenatural, fueron personas de las cuales desconozco sus razones. Creían en mí y yo en ellos. La traición llegó a mi vida y las consecuencias son brutales. Cada que pensaba en seguir, la sonrisa de aquellos que me motivaban aparecía. Era su sonrisa, no la mía. Ese era el problema. Yo no sonreía, me hacían sonreír.
Sí, hoy quise decir hasta aquí…
Me sentí feliz, inmensamente feliz. Por eso lo pensé. No quito el dedo del renglón, eso me asusta un poco, ya que aún tengo sueños por cumplir, no son más importantes que esta decisión…
¿O si lo son? No fue por cobarde, tampoco por débil.
Grité…
Pedí ayuda…
Empecé un proceso terapéutico…
Caí muchas veces,
Otras logré levantarme,
No funcionó al parecer…
Yo digo que sí…
No culpo a nadie, es mi decisión. Así es como quiero que se vea. ¿Quién soy yo para culpar a las personas? Mis actos, enjuiciados injustamente, han sido los que me han llevado a decidir. ¿Cuánto más debo vivir esperando la oportunidad para realizar mi despido? No quiero ser una carga, menos una pared que no ayude a avanzar. Nací y moriré. ¿Me voy en paz? Es una pregunta que la respuesta es: me voy con miedo. Conocí a muchas personas, otras más me ayudaron. Otras que no sé cómo dejarlas. Tengo muchas cosas que estoy cortando abruptamente. Relaciones que abandoné, encuentros que disfruté cada instante y que ya no volveré a gozar. Me rendí, hasta cierto punto es mi forma de claudicar. No encontré salida.
No quise luchar contra la adversidad, pues mi llanto estaba acompañado por la soledad. Traté de salir varias veces de esta prisión, la herida no curaba por más que intenté sonreír. Había amargura. No dejé nunca de mirar hacia el pasado, un pasado que no me dejaba avanzar. El futuro podía cambiar, no lo dudé, no pude mejorarlo. Lloré, lloré, lloré, ¡lloré sin descanso, maldición! No había más, no logré comprender cómo funcionaba la vida.
¡No son todas las opciones! ¡No lo calles! ¡Pide ayuda! Las condiciones sociales nos inclinan, en ocasiones a tomar esta decisión. También puedes tomar la decisión de salir adelante. La vida es hermosa, lo sé. Yo ya no la quiero vivir, ¡La vida es hermosa! La condición en la que vivimos no lo son muchas veces. La mía lo fue un tiempo, hoy ya no lo es.
Por eso, entre otras cosas más, que se van conmigo…
«Hoy decido ser feliz».
Me despido. Les agradezco estar conmigo en este tiempo. Insisto, la vida es bella, pero ya no quiero vivirla. Deseo que sean felices. No callen sus emociones, externen cada cosa. Yo lo hago por esta carta, tarde y sin deseo de contarlo en público. Una parte de mí muere. Sé que las cosas que me enseñaron ustedes y las que pude compartir serán lo mejor que puede dejar en esta vida. Amo a todas las personas que están en este lugar escuchando las palabras que he escrito. Les pido perdón por si no es muy clara la razón. A mi familia por generar noches grises, quiero que sepan que lo intenté. Tiene tiempo que sentí que el reloj ya había marcado la hora de marchar. Ya el tiempo se detuvo en mi fin y se me permitió despedirme. Gracias por tomarme en cuenta, jamás los olvidé. Los amo y amé. Este viaje es de un solo tripulante y yo lo tomé.
Adiós, “tupananchiskama”.
Atte: Elpís
Las lágrimas inundaron los rostros de todos los presentes. Yo estaba llorando y no me concentré en el rostro, únicamente en mis emociones de ese momento. ¿Por qué leer la carta de despedida? ¿Nuestras cartas tenían un significado ahora? Sí. Hoy hay recuerdos que son sellados en el tiempo y son momentos que están plasmados en nuestra memoria. Sabemos que no te olvidaremos, todavía quedan cosas por hacer. Hoy digo que las vivencias son el mejor golpe a nuestra vida, salir y mirar alrededor para apreciar. Las historias que viva, de hoy en delante, me harán mejor. Debo dejarme acompañar por la verdad. Costará olvidar, soñar, aventuras sin ti y salir al público. Es posible empezar, es posible caminar nuevamente. No estuviste solo. Aunque te sintieras así, la ayuda estuvo presente. No tuvo el resultado más favorable. Yo quiero vivir. Quiero hacerlo. Intentaré ser mejor cada vez. “Ed, es hora de irnos”, fue el llamado de mi madre.
Hoy te fuiste…
Hoy te recordamos…
El mañana llegará…
Adiós, Elpís…
Sé que tu historia no será la mía, aunque en algún momento lo pensé…
Gabriel Eduardo Ávalos Vales.