LA NIÑA FLOR.
Había una vez un matrimonio con un hijo, el niño tenía cuatro años y deseaban con toda su alma tener una niña, pero el destino les había negado esa dicha. Los padres y el niño rogaban a Dios que su deseo les fuera concedido. Noche a noche elevaban sus oraciones a Dios. Cierto día, la señora vio a un vendedor ambulante de plantas y una llamó poderosamente su atención, era un hermoso lirio color de fuego. Rogó a su esposo comprarlo y lo llevó a casa.
Llena de emoción lo puso en su sala y no se cansaba de admirarlo. Por la noche se fue a dormir llena de ilusión, aquella flor era extraordinariamente bella.
A la media noche, se escuchó una música suave y dulces campanillas, la sala se iluminó de una brillante luz azul, y de en medio de ella apareció un bello ángel que tocó la flor y dijo:
– Hágase la voluntad de estas buenas personas que tanto alaban a Dios.
Tocó suavemente la flor que pareció iluminarse y abrió sus pétalos. En el centro apareció una niña muy pequeña y hermosa.
– ¿Quién soy yo? –preguntó la pequeña.
– Veremos, -dijo el ángel- has nacido casi al alba, así que te llamaremos Diana, como brotaste de en medio de la corola de una flor, te llamaremos Carolina. ¡Sí! Tú nombre será Diana Carolina.
– ¡Me gusta! -dijo la pequeña que corrió a donde los padres dormían, y con grandes esfuerzos subió hasta la almohada donde dormía la mamá, y muy cerca del oído le habló.
– Mamá, mamá ¡mírame! Soy yo, Diana Carolina, la hija que esperabas.
– ¿Mi hija? ¿Cuál hija?
– Yo, soy tu hija, ¿no quieres verme?
La señora intrigada encendió la luz. Su sorpresa no tuvo límites al ver a la pequeña sentada sobre su almohada.
Al sentir la luz en su rostro, el señor también despertó– ¿qué sucede? -preguntó aún medio dormido.
– Es nuestra hija, mírala qué bella es, se llama Diana Carolina.
– ¿Cómo es posible, si es tan pequeña?
– ¡Qué importa eso! Es nuestra hija y es tan bella… ya crecerá. Dios escuchó nuestras oraciones.
Alegres, en un cajón del armario improvisaron una cama y todos se fueron a dormir.
Al día siguiente, grande fue la sorpresa de la señora al ver toda su casa aseada y el desayuno caliente servido a la mesa.
– ¿Cómo es posible? – se preguntaba.
De pronto apareció Diana Carolina con una gran sonrisa de satisfacción y preguntó:
– ¿Está todo bien, mamá?
– ¡Oh! Creí que solo lo había soñado. En verdad no puedo expresar tanta felicidad. ¡Gracias a Dios que no fue un sueño!
Felipe de Jesús también estaba feliz, ahora tenía una hermana con quien jugar.
Al paso del tiempo, Diana Carolina empezó a crecer. Ahora es una niña de tamaño normal, alegre, obediente y cariñosa que le gusta ayudar a sus padres en todo lo que puede. La niña que nació de una flor todo lo perfuma a su paso con sus buenas acciones, y su familia es la más feliz del mundo.
Beddy Gamboa Lugo.
Sel libro: «Cuentos, poemas, reflexiones«.
Publicado por Ediciones Bellas Letras.