Todo por un dulce.
Caminaba por la calle cuando de pronto se me acercó un pequeño niño y me dijo:
-Señor, ¿quiere un dulce?
Se lo acepté. Ese día me sentí demasiado bien, con energía, ánimo, ganas de hacer las cosas, me encontraba feliz.
Al día siguiente pasé por la misma calle, el niño se acercó nuevamente y con sus ojitos me dijo:
– Señor, ¿otro dulce?
– ¿Qué tienen estos dulces que me hacen sentir bien? –le pregunté.
– Nada, ¡es solo un dulce!…. -me respondió.
Esa calle era tráfico rutinario para mí, pasaba todos los días por ese lugar, así que el niño parecía que me esperaba. Durante un mes me estuvo regalando caramelos…
Al mes siguiente el niño se acercó y me preguntó:
– ¿Le gustaron los dulces Señor?
– Claro que sí y me gustaría seguir comiéndolos -por dentro me decía: «ojalá este pequeño, me regale más de esos caramelos».
Como intuyendo lo que pensaba en esos instantes, el niño me dijo:
– Ahí los venden -y me condujo hasta donde los comercializaban. No eran caros así que compré varios.
Durante seis meses, todos los días pasaba a comprar unos cinco dulces. De pronto, el vendedor me dijo:
– No hay más caramelos, solo está esto y es lo mismo que los dulces -me mostró un papel con un polvo blanco en su interior. Me dijo que lo fumará y así lo hice, me sentía realmente súper hombre, iba todo bien, trabajo, negocio, !mejor que nunca!, sin embargo, al pasar seis meses, desde la primera vez que fumé, sin darme cuenta cuenta, fui gastando mis ahorros y el negocio se fue hundiendo, y a mi familia, la fui perdiendo.
Mi Madre me decía con lágrimas en sus ojos:
– ¡Hijo! ¿Cómo fuiste a caer en ese vicio tan feo!?…
En ese instante no me interesaba nada, solo fumar. Así seguí hasta quedar sim dinero ni hogar, llegué a dormir en la calle tapado con cartones.
Un día le fui a robar la mercancía a unos traficantes, los golpeé y salí arrancando con el botín, el cual me duró una semana y media, jaajaa, ese fue un gran error, los traficantes me comenzaron a seguir por todos lados, pero yo pensaba que lo estaba haciendo muy bien.
Un día me encontraron los personajes a quienes les había robado y a balazos me siguieron, al doblar la esquina me encontré con una patrulla de la policía, le hice señas se detuvo y se enfrentaron con mis perseguidores, ahí me di cuenta que mi vida corría peligro…
Llegó mi ex señora a buscarme debajo del puente dónde dormía y me dijo:
– ¡Ahí están los pasajes para que te vayas, toma tus cosas, te iré a dejar, para que no te devuelvas, vamos!, ¡no quiero que dejes a nuestra hija huérfana! Basta y sobra con esta maldita maldad que te consume a diario y nos destruye a todos, por las condiciones en que te encuentras, ¡pareces una piltrafa!
!Tu madre sufre por las consecuencias que acarrea tu adicción!
Me abrazó y se puso a llorar desconsoladamente.
Llegamos al bus interurbano, me subí rumbo hacia el sur de mi país, dejando lo que más quiero, parada en el andén, con sus mejillas bañadas en lágrimas, ahí entendí que la droga me había quitado todo por lo que había luchado en la vida y nunca más podría volver a la ciudad que me vio nacer, Arica, por lo que había hecho, siguiendo la maldita pasta base…
René Julio Milla Auger