DONDE HAYA DISCORDIA, PONGA YO ARMONÍA.
La tranquilidad de la casa de pronto se vio interrumpida, Doña Lucita, a pesar de que ya no oía muy bien, escuchó los gritos de dos de sus nietos. Sus pasos lentos la llevaron hasta la sala donde discutían acaloradamente Ricardo y Samuel, en sus rostros se notaba la ira, los ademanes de sus manos eran bruscos y amenazadores, como dispuestos a llegar a los golpes. Enajenados por la discusión, no se dieron cuenta de la presencia de la anciana que los miró durante un par de minutos tratando de entender lo que estaba sucediendo, hasta que ella les gritó con energía:
–¡Porquería chiquita! ¡Ya basta de tanta tontería!
Los jóvenes callaron sorprendidos. No esperaban esa intervención.
–¿A qué tanto pleito?
Como si les hubieran abierto la llave nuevamente, los dos, al mismo tiempo, con gritos empezaron a explicarle a la abuela el motivo de su enojo; culpándose mutuamente trataban de convencerla de que cada quien tenía la razón y el otro era el agresor injusto.
–¡Silencio! –se vio obligada a ordenar con energía. Los muchachos volvieron a enmudecer y clavaron sus ojos en ella– Ya basta de tanta tontería, los dos están mal…
–Pero abuelita… –intentó interrumpir Samuel, pero Doña Lucita, con su voz suave continuó su discurso.
–…Cierto es que ya no oigo bien y mis ojos cansados se niegan a darme toda la claridad que necesito, pero esto me permite ver el interior de las personas y escuchar mejor sus corazones. En mis noventa y cinco años he visto de todo, bueno, es un decir, solo Dios sabe lo que me falta ver, siempre hay algo nuevo –sus nietos sonrieron ante esa expresión–. Vean sus manos.
Obedientes abrieron sus manos frente a ellos y las observaron.
–Si se fijan, no hay ningún dedo que sea exactamente igual al otro.
–Sí –contestaron al unísono.
–Así somos los seres humanos, todos somos distintos, no nada más en lo físico; cada quien piensa diferente, tiene su forma particular de ver el mundo, de enfocar la vida, por eso sus intereses y sentimientos pueden ser opuestos a los de los otros. ¿Entienden?
–Sí –afirmaron en voz baja.
–Estas diferencias de voluntades y opiniones seguido producen desavenencias, que cuando suben de tono generan malos entendidos, desacuerdos, y como van creciendo se transforman en discusiones, pleitos, insultos, las palabras salen atropelladas, sin freno, sin dejar que el otro hable o no cierra los oídos para no escucharlo más, con lo que se incrementan los malos entendidos y se dice lo que no se siente en realidad. Normalmente las dos partes resultan lastimadas guardándose rencor por los daños recibidos. Esto es lo que está pasando entre ustedes.
Guardó silencio, vio como los dos primos tenían los ojos fijos en el suelo.
–Si se permite que esto continúe, la discordia se convierte en odio, y cada vez es más difícil recuperar la armonía familiar o social. Vengan, acompáñenme al jardín.
Cuando salieron se colocó entre los dos, tomándolos de los brazos, apoyándose en ellos. El contacto les transmitió la tranquilidad con que ella vivía, mientras recorrían el jardín con sus árboles y las flores de otoño en todo su esplendor, y se detuvo ante una maceta.
–¿Qué ven?
–Unas flores rosas –dijo Ricardo.
–¿Qué más?
–Una mariposa –respondió Samuel.
–¿Qué más?
–Varias abejas –siguió Samuel.
–¿Qué están haciendo la mariposa y las abejas?
–Chupan la miel de las flores –afirmó Ricardo.
–¿Se están peleando por la miel?
–No –contestó Ricardo de manera espontánea.
–¿Por qué?
–¿Por qué hay suficiente miel para todas? –opinó dubitativo Samuel.
–Es correcto. Aprendan de ellas. La flor llama a los insectos con sus colores vivos, se abre para regalarles la miel. Ellos, al momento en que se alimentan, le ayudan en la polinización. La mariposa y las abejas, en lugar de estar peleando por acaparar en exclusiva la miel, la comparte amistosamente y no pierden el tiempo en tonterías.
La anciana, afianzada en los brazos firmes de sus nietos, continuó su recorrido por el jardín que con tanto esmero cuidaba todos los días.
–La armonía se logra cuando uno busca la empatía, congeniar con el otro. Esto se hace con una buena dosis de amor de ambas partes, por lo que, empieza por el silencio, saber escuchar al otro, dejarlo hablar hasta que termine de dar su punto de vista, sus argumentos, y luego reflexionar para estar en la posibilidad de comprenderlo; posteriormente vendrá el consejo, el perdón, o simplemente un silencio cariñoso o una caricia. No siempre es necesaria la palabra para reestablecer la armonía, muchas veces edifica más el silencio.
Los muchachos la acompañaban en silencio, asimilando sus consejos, hasta que ella se detuvo en un rincón del jardín, frente a una estatua de cantera gris, representaba a San Francisco, su mano derecha estaba levantada en ademán de impartir la bendición, y en la izquierda sostenía un cuenco, en el cual caía el chorro de agua, donde un jilguero saciaba su sed, pero al verlos acercarse levantó el vuelo.
–¿Se acuerdan de la oración de San Francisco que les enseñé cuando eran niños?
–Sí –contestaron.
–Vamos a rezarla meditándola en nuestro corazón.
¡Señor, hazme un instrumento de tu paz!
Donde haya odio ponga yo amor,
donde haya ofensa ponga yo perdón,
que allí donde haya discordia, ponga yo armonía,
que allí donde haya error, ponga yo verdad,
que donde haya duda ponga yo la fe,
que donde haya desesperación, ponga yo esperanza.
Que allí donde haya tinieblas, ponga yo la luz,
que allí donde haya tristeza, ponga yo la alegría.
¡Oh Divino maestro!
Que no me empeñe tanto en ser consolado, como consolar,
en ser comprendido, como en comprender,
en ser amado como en amar.
Pues dando es como se recibe,
perdonando se es perdonado
y muriendo, se resucita a la vida eterna
Amén.
–Vamos, dense un abrazo, como buenos primos perdónense y a empezar de nuevo, son más las cosas que los unen que las que los separan.
Phillip H. Brubeck G.
People Comments (4)
Willian García Molina octubre 4, 2022 at 7:13 pm
Hermoso cuento Philip. Gracias por compartirlo. Saludos desde El Tocuyo, ciudad madre de Venezuela.
admin octubre 5, 2022 at 5:26 am
Muchas gracias por tu comentario William, me halaga saber que te gustó. Un abrazo desde Durango.
José Luis Bejarano octubre 5, 2022 at 9:30 am
Gracias por compartir este hermoso cuento, dónde la voz de la experiencia habla con sabiduría.
admin octubre 8, 2022 at 5:49 am
Así es José Luis, los ancianos siempre tienen palabras sencillas, pero sabias, para guiarnos en cada momento de la vida.
Saludos.