DE APÓSTATA A DISCÍPULO
¡A Ti, yo no te debo, no creo en nada!
Y Dios lo perdonó, sufría su alma.
El orgullo lo ató a la manada
y ardido de maldad perdió su calma.
Sagrado Corazón que espera y canta
lo hace así volver, pone al camino
una bella mujer risueña y santa…
ella lo vio y a él cambió el destino.
Volvió a nacer y el mundo era distinto
y tuvo, fe, amor, templanza y sueños.
Al despertar el fruto era su hijo.
Por un mirar salió del laberinto.
Esta mañana jugó con sus pequeños
y en la oración, cantó, amó y bendijo.
Favio Ceballos.