EL SOL HABÍA MUERTO, ME ABANDONO A SU SOMBRA
Una turba de cuervos bailando entre las nubes
en medio del relámpago y la lluvia,
un barrunto secreto se vislumbra,
quedando la miseria y las cenizas
en la tierra silente del paisaje.
No le vale a la muerte la escapada,
no existirán horizontes de niebla,
ni tampoco ecuménicos milagros
en el exacto plazo de esta cita.
Un dolor en el rostro me transpone,
será mía la noche para llorar a solas
y tendré entre mis manos, hambrientas y nocturnas,
un refugio sin rumbo, sin alma y silencioso,
esperando llegar
como un bando de peces a morir en la orilla.
En la calle desierta y atracada
de tus pasos ligeros, déjame que me llene,
gota a gota, en las charcas de la noche.
En el desasosiego de mis manos vacías
viviendo entre las ruinas de mi aliento
y en la vida negada, desde entonces,
entregaré mi andar al último camino.
Quisiera golpear vocabularios
con letras desveladas de locura,
esperando una fecha en la mirada
de todos los dolores que he pasado,
que ya no existen.
El sol había muerto, me abandono a su sombra.
José Manuel F. Febles.