EL VIEJO SAUCE
En la banca, dos palomas se besan; a ratos picotean la madera y deambulan de un lado a otro. Un gavilán se posa en la baranda de la iglesia y atisba en las alturas. El viento helado desciende desde la montaña y dispersa el agua de la fuente.
Tu paso suave
cruza por la calleja
de las gladiolas.
Una flor se marchita y en los pétalos guarda vestigios de rocío. Las palomas emprenden vuelo y en el aire, el gavilán entierra sus garras en las carnes del ave más pequeña.
Las blancas plumas
se tiñen de tristeza
en el ocaso.
El viejo sauce se ha vestido de sombras, apenas algunos trinos se esparcen por la plaza y, lentamente, se cubren las callejas del poblado con el tañido postrer de una campana.
Pequeñas luces
cintilan en las ramas
de los huizaches.
Everardo Antonio Torres González.