POEMA INACABADO
Escribir es un acto de valientes,
-me dicen quienes hablan porque saben hablar-
aunque sean cobardes, como yo.
Observo de reojo el empedrado
-resaca de una noche invertebrada-
y una flor se despierta en la basura,
empuña la alegría como un corvo
y expulsa de sus camas confortables
a quienes dan las órdenes
para entrar en combate y mentir la verdad.
Si el todo abre la nada… ¿por qué escribo?
Tal vez escribo, en parte, por saber
que a cada paso fluyen las corbatas de asalto
y un reguero de hormigas
transportan los cadáveres de los días de rosas,
y tengo miedo; yo tengo mucho miedo
de tener tanto miedo.
Me levanto, me siento, me columpio
y muevo la cabeza para espantar las dudas.
La utopía no cesa de encerrarme
en palabras malditas, sin permiso.
Esculpo un nuevo germen de poema
y sigo caminando.
Ya no es posible huir pues mar adentro
se agita el diccionario que domina
los disparos del aire.
Nieves Álvarez Martín