Complicidad.
Cuando la mentira muerde
como para aullar por los balcones,
recorro la mirada y recurro
a una verdad piadosa: leer.
Mientras los edificios se derrumban hacia arriba
porque el exilio del corazón cambia de cuerpo,
los tiempos son uno mismo, apagado como
luciérnaga muda de luz:
nos encontramos en los escombros que nos llueven.
Yo soy el paraviento que sostiene su paraguas,
el camino del mito trágico que me precede.
Dentro de la ciudad se desliza otra,
fuera de toda poesía, que habito ya sin mí.
Ambos, libro y yo, somos cómplices.
Soñamos trascender las páginas miedosas
que nos contienen.
Carlos Yescas.