LA SOLEDAD DEL OTOÑO.
No me puedo salvar de mis amaneceres
hay una lobreguez tan despectiva,
como una noche
penetra en mi memoria
para juzgar al tren que me recorre
la lindante frontera de mi turbia conciencia.
Mientras cruzo el camino,
me sorprende el misterio que conduce,
rumbo desconocido y pobre de este mundo,
hacia la soledad viviente del otoño
en este corazón que me deshace.
El tiempo va cruzando y se alargan los sueños,
y surge poco a poco la huella repetida
para desarmar sendas del pasado,
cada vez menos nuestro.
José Manuel F. Febles.