Las olas del mar también traen paz.
Sopla fuerte el viento, de norte a sur, sin descanso,
el sol abrazador pide calmas.
El cuerpo que necesita del agua del mar para refrescarse del calor
contagia sin descanso, con prisa, la fatiga y el dolor.
Miradas de reojos las olas del mar, que se levantan,
retumbando entre las rocas, como desafiando
al sentido y la razón.
Nubes de alivios, sol que contagias tiempos de sosiego,
de esperanzas, de cantos y dolor.
Dulce mirar de las olas que vienen y se van.
Dulce mirar de la llovizna que deja distancias
del que mira sin parar.
Entre el vuelo de las gaviotas y los caminantes
que trazan destinos en silencios, sin detenerse
acariciando sus pasos con las olas, que alivian el pensar.
No es el paso ligero, no es la sombra que acompaña siempre
los pensamientos del tiempo nuevo.
No es la bravura del mar que espanta a los caminantes
que se confunden entre susurros de sus palabras
y los susurros de las olas atormentando a los que nunca
dejaron sus huellas en la playa como testigos
de una caricia o un sueño.
Descansa el cielo, los vientos y los dolores de aquellos
que nunca sintieron, un abrazo, la voz del corazón.
Dormidos y alejados, de las olas aunque tormentosas
alivian los pensamientos cuando la voz, se vuelve acida
sin motivos, sin razón.
Deja que tus pasos se dibujen en la arena, aunque las olas
borren las huellas de una esperanza, de un amor,
sintiendo la llovizna que dejan las olas,
que al golpear en las rocas, despierta un pensamiento
cada nuevo día, mejor.
Moisés Jorquera Vivanco.
Del Libro “ Espumas en el mar”