No es la palabra que duele.
Nadie piensa, en los tiempos del compartir, de parejas.
Sintiendo que el tiempo pasa y se queda.
Que los murmullos de los que no piensan,
no duelen cuando el amor está, desde que amanecen.
Aunque a la distancia, nadie imagina, los ríos de amor
que en cada encuentro circulan sin violencia.
No es la palabra la que duele, es el sentido.
Es el momento en que se diga.
En las ocasiones de una distancia,
cuando no existe presencia desde que todo queda.
Mientras las luces titilan, los pensamientos viven.
Despiertan las miradas, duermen los silencios.
Dibujando una sonrisa, aunque en su alma llueve.
Aunque sus pasos lo lleven más lejos, no existe,
un recuerdo de dolores, sin que no te hayas ido.
A veces las palabras no duelen, lo hechos
Anuncian que nada ha desaparecido.
Anunciando que es más fuerte el sentimiento
que se apodera hasta de los pensamientos.
Extrañarse desde la mañana aunque fría.
Extrañarse desde que la noche camina sin prisa.
Bajo las nubes que a veces son grises, sin lluvias.
Mil veces son verdes donde se esconden las caricias.
Donde un suspiro, rompe el frio de las palabras,
las que se dicen entre los que no han vivido
el amor como un regalo sin distancias.
Las palabras se desdibujan, cuando no se comprende
Que se ama.
Cuando alguien opina, lo que no sale desde la cama.
Cuando opinan sin comprender los años de distancias.
La noche se va, aparecen las luces y las palabras.
Que a veces solo destrozan sentimientos, sin almas.
Moisés Jorquera Vivanco.
Del libro Amarte.