PUENTE A LA ETERNIDAD
Eso que bulle en la vida es tu alma; vida que pasa y fluye hasta el fin, en un presente perpetuo que nos lleva hacia el ocaso de algo pasajero para llegar a lo eterno a través del puente, a veces triste y oscuro por muchos temido, por eso es rechazado como algo tétrico; a la vez otros ven la luz diáfana en la otra rivera de la muerte.
La muerte, el final de la existencia terrenal, se acaba todo y con ello la esperanza de la trascendencia.
Desde que nacemos empezamos a morir, dicen algunas personas, y por eso mismo nos negamos a ello, queremos crecer, desarrollarnos, hacer madurar la vida, trabajamos, luchamos, mientras crecemos lo hacemos con ahínco, hay alegría en nuestros esfuerzos para dejar algo a la posteridad con la chispa de nuestro ser; mas luego el brío cede, el ímpetu se transforma en actuar pausado, cada acción la meditamos, la sopesamos con cautela pues decimos que no estamos ya en el momento de la experimentación, el tiempo ha transcurrido, queremos trascender pero se nos hacen pocos o insulsos los frutos cosechados y con el invierno todo habrá acabado.
Queremos ser eternos, materialmente es imposible, todos los seres vivos nacen, crecen, se reproducen y mueren. Es la ley natural. Por lo tanto, morir es lo más natural.
Muchos afirman que después de la muerte no hay nada más, por eso o se afanan por dejar una huella en la memoria colectiva para la historia de los pueblos, terminando muchas veces en leyendas; o se abandonan a la corriente del escepticismo en donde la nada es la respuesta a todas las preguntas, y con ello queda el hueco en el sentido de la vida.
Pero tú y yo no somos simple materia en constante transformación, simples transmisores de nuestros genes a la siguiente generación; somos más, a imagen de nuestro Creador tenemos un alma, un espíritu intangible que nos anima, nos es infundido al momento de la concepción, forma parte de nuestro ser durante todo el recorrido hasta que el cuerpo cansado decide reposar en la oscuridad por siempre, y así, el espíritu se decanta, rompe las cadenas temporales del espacio, trasciende el tiempo, cruza el puente hacia la eternidad.
Es difícil de conocer cómo es la vida después de la vida, rebasa toda experiencia mundana pues nada tiene de material ni temporal, los ámbitos en donde nos mantenemos, por eso los místicos son los únicos que han tenido esa probadita de la eternidad y con lenguaje figurado intentan describirla.
Después de la muerte está la vida eterna, afirma Jesucristo, lo demostró con su resurrección, nos muestra el camino hacia la morada del Padre donde habremos de vivir junto con Él por siempre en una paz interminable, la alegría constante de haber alcanzado la perfección del ser identificado con su esencia.
No llores, no te angusties con la muerte, sea la de tus seres queridos o la propia, es simplemente el puente a la eternidad, en una realidad distinta, etérea donde reina la armonía en los seres espirituales propiciada por la compañía beatífica del Dios salvador en cumplimiento de sus promesas.
Por lo pronto, en esta vida, deja a la virtud iluminar la senda con la luz de la alegría, de la bondad, de caminar constantemente haciendo el bien a cuantos te rodean, con la alegría de saber que todos los problemas tienen solución al dejarlos confiado en manos de Dios. Todo el bien que hagas, desde una simple sonrisa, es la herencia que te habrá de trascender, transmitida a tus hijos, a tus nietos y así sucesivamente vivirás en sus corazones por siempre.
Phillip H. Brubeck G.
