LAS NOCHES DEL QUIJOTE
El olor de las velas en la alcoba de la reina. Con los blasones construidos de hierro y argamasa de los panaderos.
Entre candiles y hojas venidas de la China, con los breviarios de la luna, en la promesa a Dulcinea guardando las lágrimas en las tabernas de los viajeros.
Fue del momento de los tres clavos traídos de Jerusalén por los caballeros templarios.
Quizás Madrid de 1616 no hubo haber visto al escritor, al anciano caballero de Lepanto. Más allá de una noche de encierro en la entablada plaza de toros de Aranjuez donde el rey se comía las almendras y los mangos de la India y en sabias de los frutos venidos de América o del delirio santificado a un crucifijo barroco con el ceremonial acto del Don Juan de Austria triunfador en el mar griego, desde los cristales del Adriático, para las barcas de los mástiles de Lepanto. Donde el hombre de las letras se hacía mártir de los inquisidores y un ser borrado casi de la historia por los profanadores de sus letras.
De allí en el aparecer, pude entender a través de Borges, el escritor argentino diciendo de «Los Ladrones de Tinta» entre los derivados actos de la lujuria y de toda la humanidad del humilde soldado escritor y dueño de la novela más grande de la modernidad en la burla a los caballeros.
Anoche en mis lecturas atendidas desde 1963, donde me vi inmerso en aquellas lecturas que me proponían mis tíos, desde: «Amadís de Gaula» al «Hidalgo Caballero Andante». Fue sentir el olor de las páginas con el delirio de los sueños.
Entonces en tantos momentos de los enemigos gratis e envidiosos volví hasta: Pablo Villarreal, Alcalde de aquella Madrid de las heridas de Cervantes, quién lo llevó a la prisión por el inocente acto del escritor en comprarle a sus hermanas una casa y el dichoso Villarreal lo acusó de hacer un prostíbulo. De esto la cárcel terminó en el hidalgo con el dolor de los siglos.
Aún en la Calle segunda de la ciudad del Buen Retiro, donde habitó el dueño de las letras castellanas, existiendo aquel lugar de amor al creador de «Galatea»… y como un heraldo hasta un violín de la Italia de Stradivarius se va leyendo el hecho notable que en cuatro siglos después ofrendó Pablo Neruda. Más cerca del «Café de Pompo» o de los recitales de García Lorca.
Lo dijo Rafael Alberti describiendo a «Las Meninas» de Velázquez, sabiendo de la tragedia del Greco junto al florete hecho en Toledo para el loco de Cervantes. Más cercado a un Dios oculto en las catedrales del robado oro del Perú y de las joyas mexicanas y de viajar con Mahoma sin comprender lo más inmenso de Montiel entre las notoriedades de un Quijotesco hombre despertando a los calendarios de la humanidad.
Miguel de Cervantes, el del Alcalá de Henares a la Madrileña tierra de los bufones perdidos e ignorantes de las noches de las velas. (1547-1616) Cervantes: fue un soldado y escritor español, reconocido mundialmente como el creador de «El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha», obra cumbre de la literatura española y qur lo erige como padre de la novela moderna. Su vida estuvo marcada por las aventuras y la dificultad, incluyendo su participación en la guerra de Lepanto y un cautiverio en Argelia.
A pesar del éxito literario de El Quijote y otras obras como «La Galatea», Cervantes vivió en la pobreza y fue encarcelado por deudas.
Murió en Madrid, dejando un legado inmortal. Para ahora entender la dignidad de un mortal entre los destinos de una vida y la humanidad destrozando las verdades. Como de la lección de los siglos.
Un día en las Ventas de Madrid logré contemplar la figura del Quijote en las formas de un caballero Picador de la monumental junto a su credo en la Plaza España, meditamos el aroma de los sueños junto a los invitados vinos del poeta: Juan Sánchez Peláez leyendo la carta de Hugo Baptista con el traje de los colores para que desde un amanecer ver a Sancho llorando en los relojes detrás de las escrituras. Y así volver a los libros que se volvieron muy viejos.
Y en un acto de clamor: volver en las noches del Quijote… para invocar los espejos.
Néstor Melani Orozco.
Venezuela.



