Actitud

ACTITUD.

El bullicio era terrible como siempre cuando nos reunimos toda la familia, hablamos todos al mismo tiempo, a gran volumen, no es que estemos enojados, simplemente es nuestro tono normal y más cuando nos emocionamos, deseosos de ser escuchados, con eso de que muy pocas veces nos juntamos así. Las risas y los gritos de los niños con sus juegos se esparcen por toda la casa, por donde corren y brincan con total libertad.

Cuatro generaciones juntas para celebrar a mamá, la abuelita, la bisabuela consentidora.

Cada familia trajo sus platillos favoritos para compartir, por eso la comida era más que abundante: carnes, aves, sopas secas, ensaladas, salsas y postres. Vinos de mesa, aguas frescas y refrescos. Había para todos los gustos.

Los más grandes estábamos sentados alrededor de la mesa del comedor, mientras los jóvenes estaban en la sala y los niños por doquier.

Cuando quedamos satisfechos de comer, las mujeres rápido se llevaron a la cocina los platos y cubiertos usados y regresaron con otra pila de platos chicos y cucharitas. Acomodaron al centro de la mesa, justo frente a mi madre, el gran pastel con su cubierta de betún blanco con su toque de rayadura de limón, que le da un saborcito acidulado muy particular, y las letras de chocolate oscuro: ¡Felicidades mamás! Las mamás de la familia se colocaron junto a ella, y enfrente los demás.

Estas son las mañanitas
que cantaba el rey David,
hoy por ser Día de las Madres
se las cantamos así…

Cantamos todos, la mayoría desafinados, pero con mucha emoción. Al terminar Las mañanitas le tocó a mamá partir el pastel, para la mayor alegría de los pequeños, tras lo cual, sirvieron las rebanadas junto con una bola de nieve de mango hecha por una de mis sobrinas.

– Oye abue, ¿y cuántos años tienes? –le preguntó el mayor de los bisnietos.

– Pues fíjate que noventa y tres.

– ¡Tantos! ¿Y cómo le has hecho para vivir tantos años? –exclamó sorprendido con la inocencia de sus cinco años.

Quién sabe por qué, pero todos guardamos silencio para escuchar este diálogo. A partir de cierta edad ya no se considera una indiscreción preguntarle a una mujer su edad, y más si la pregunta la hace un pequeñín. Mamá se rio apaciblemente, una chispa de travesura y complicidad brotó de sus ojos.

– Pues verás, es muy fácil…

“¿Fácil?” me cuestioné para mis adentros, a mis sesenta y tres a veces se me hace pesado con tantas obligaciones en la casa y el trabajo, que se me hace muy cansado, y como ya estoy en la edad del “nunca”, porque nunca me habían dolido las rodillas, nunca me quedaba dormido en la sobremesa y muchos nuncas de achaques que de repente empiezan a manifestarse aunque no quiera.

– …todo es cosa de actitud.

– ¿Y qué es eso de la actitud, abue?

– La forma como respondes a las cosas de tu vida –explicó–, como cuando se te antoja mucho comer un dulce, y tu mami te lo da hasta después de la comida, pero tú no te enojas porque te hizo esperar, eso es una actitud tuya. Muchos me han hecho esa pregunta, y el secreto está en mantenerse activo, seguir moviéndonos, hacer algo siempre, no esperar a que todo nos lo hagan; la mente siempre debe estar activa, pensando en cosas buenas.

Hizo una breve pausa mientras comía un poco de pastel.

– No hay por qué estar triste o enojado cuando las cosas no salen como uno quisiera, o llorar por lo que no puedes hacer. Mira, yo ya estoy viejita, ¿verdad?

– Sí abue, ya tienes muchas arrugas en la cara y tu pelo es blanco.

– Hay muchas cosas que ya no puedo hacer como antes, pero si no puedo correr, camino, despacito, apoyada en el bastón para no caerme; no puedo ver bien, imagino las cosas, porque en mi cabeza tengo las letras, las formas y los colores, eso me ayuda a seguir pintando y escribiendo; no puedo oír, compongo lo que me dice la gente cuando no entiendo sus palabras o los cantos de los pajaritos.

Hizo otra pausa para comer un poco de nieve.

– Todos podemos ser felices si apreciamos lo que tenemos, no podemos vivir llorando lo que no tenemos. Como te decía, ya no tengo la fuerza de cuando era joven como tu mami, casi no veo ni oigo, pero le doy gracias a Dios porque me da muchas otras cosas, lo más importante es la vida, y dentro de lo que cabe, la salud sin más achaques, así puedo disfrutar cada momento hasta que Dios diga cuando debe irme con Él, y estoy con todos ustedes que hacen la alegría de mi corazón.

Se quedaron mirando los dos, con sus miradas tiernas, el pequeñín la abrazó y le dio un beso en la mejilla.

– Te quiero mucho abue.

Esa fue la señal, todos repartimos abrazos a las mamás, con la actitud festiva y el bullicio que caracteriza a la familia.

Phillip H. Brubeck G.

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People Comments (1)

  • Lourdes Brubeck mayo 12, 2021 at 5:26 pm

    La edad no es cuestión de años, sino de actitud….
    Tienes toda la razón.

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