Don Mario el Pele de los Teñidos

Don Mario el Pele de los Teñidos

En memoria de Doña Rosa Elvira Garrido
y Don Pedro Antonio Olivares.

Caminando por entre los riscos aledaños, que se encuentran junto a la costa, encuentro una pequeña huella, llegando a su parte más alta, tiene una pequeña meseta que conecta, con un hermoso sendero, hecho por las manos de Pele y su amigo Roberto Ávalos.

Te lleva a conocer los pitiporos y otras especies de flora, en un jardín maravilloso en el cual se encuentran infinitas bellezas, de la madre naturaleza, todas muy finamente cuidadas. A su alrededor, tazas hechas de conchas de locos y piedras canteadas las circundaban, piedras de los roqueríos que rodean este bello parque, que “te conduce a un mundo tan distinto del cual vivimos”, donde la paz y la tranquilidad brindan a las personas que llegan en grupos familiares, a darse un grato momento de relajación, donde se puede preparar un asado, tomar un mate, o simplemente un té con churrascas, hechas en el mismo lugar, la cual protege una gruesa pirca de piedras, que ambos amigos levantaron, adornándola con caracoles y cactus.

Roberto y Mario lo hicieron frente a Puerto Viejo…

Comienza nuestro trecking de diálogo con Pele de los Teñidos:

–En su infancia, sus hermanos eran nueve, junto a papá y mamá. La señora Rosa Elvira, madre de Don Mario, me cuenta que acomodaba a dos o tres hermanos en una cama, con el calor de estos pequeños cuerpos con pocas cobijas para taparse, se hacía más tolerable el frío del desierto sumado a la bruma del mar al amanecer.

Algunas de las labores diarias; eran cuidar las cabras y encerrar a los burros los días viernes. Me explicaba, que su padre se hacía a la mar el fin de semana, para que Pele y su hermana Patricia, se dedicaran a ofrecer para la venta los frutos del mar y de un profundo pozo en el cual encontraron un manantial vendían el agua para beber en este incesante paraje con un calor abrazador, como lo es el Desierto de Atacama, Chile.

Mientras que el resto de sus hermanos seguían jugando sin entender la responsabilidad que estos dos hermanos tenían, porque eran los eslabones fuertes de la familia, colaborando con los papás, para llevarles comida a ellos mismos…

–Mientras me servía un café y cocinaba unas churrascas en las brasas, en el fogón que se encuentra al lado de una hermosa mesa de piedra, que en honor a su madre le había pintado una rosa un artista local.

–Qué buenas churrascas calientitas con mantequilla –le dije. El mismo Pele las había preparado, para este paseo a su lugar favorito, su propio parque, construido con su amigo Roberto.

–¿Y cómo llegó tanto árbol acá, don Mario? –le pregunté.

–En una ocasión –comenzó a relatarme– encontré una cabra en el camino, así que le puse una amarra al cuello y la comencé a arrear, me dije a mi mismo: ¡a alguien se le debe haber arrancado!, continué por el camino desde la Aguada de Tongoy hasta llegar a una majada donde había un ganado abundante, llamé a la casa y salió una anciana señora, a la cual le pregunté si había perdido una cabra, y me contestó:

–¡Oh!, joven qué bueno encontró a esta cabra loca que se me había desaparecido hace como una semana.

Nos pusimos a conversar y la señora María Piroca, (así se llama la viejecita, que es dueña de la majada). Quería un árbol que le diera sombra, para que sus cabras se cobijaran del calor, y me comprometí a llevarle un arbolito.

–Me despedí de la señora María, reiniciando mi camino a Huasco donde se encontraba mi hogar. Al día siguiente me fui a la Municipalidad para solicitar que me dieran unos árboles que eran entregados en el vivero del puerto. El trámite se demoró algunos meses, llegando los preciados árboles. Tenía destinados algunos para el cementerio de Perros y Gatos que hay a espaldas del pueblo, tomé cuatro de ellos y tomé rumbo hacia donde mi gran amiga la Sra. María Piroca con tan preciada carga. ¡Llegué a su majada y la anciana no estaba!, había puesto un candado, tanto en la reja como en la casa, y de las cabras no se veían ni las luces, al tiempo supe que se había cambiado de lugar porque estaba muy lejos para su edad.

Mientras tanto ¿qué hacía con esos arbolitos?, llegué de vuelta a casa y lo conversé con mi señora, en nuestro hogar no había espacio para tanto árbol, no los iba a devolver de donde vinieron, decidimos plantarlos en el parque para embellecerlo cada día más y darle un verdor único en ese lugar.

–El día de hoy se ven preciosos y frondosos aquellos pitiporos nómades y quedaron plantados en este hermoso parque llamado “El Refugio”.

Mientras Don Mario, cubría las papas que había rellenado, con queso, tocineta, un toque de mantequillas y hierbas finas que son de su vergel, envueltas en papel de aluminio, con la ceniza del fogón, las tapó y sobre la parrilla puso las longanizas ensartadas, en una serie de varas, sobre el fuego para que se asaran, mientras sacaba una botella de vino tinto, entre los víveres que traíamos, con su etiqueta negra distintiva, mientras la mañana transcurría.

Con dichos y entredichos, en el lugar que nos encontrábamos en ese instante, había un asentamiento, me decía Pele de los Teñidos. Los Indígenas hicieron agujeros en la roca para juntar agua, eran complementos de una serie de ductos que se direccionaban a un pozo con mayor profundidad para el acopio de este vital elemento, que entre desierto y mar, es lo más difícil de solucionar, sobre todo en este lugar.

–Sin embargo llegaron con el conocimiento y lo aplicaron, en este asentamiento, que posee vestigios indígenas, en una sagrada pirca de piedra, protegida por la madre naturaleza, preservando las manos pintadas con escritura de petroglifos esculpida en aquella roca que ha estado por milenios en este lugar.

Mientras se enorgullecía de su parque:

–Al principio nadie creía…

Haciendo salud, se llevó la copa de vino a los labios, sorbió lentamente un suave trago del buen mosto que bebíamos, conversando y esperando que las longanizas estuvieran en su punto para degustarlas y no salieran muy tostadas, jajaja…

Me relataba sobre su experiencia en el fútbol, don Mario Humberto Olivares, galardonado como el mejor jugador de 1982 en la Región de Atacama. Recorrió con el amor a su pasión, desde Tocopilla, hasta Constitución, llevando en el alma su Huasco, amado y respetado.

–Un día estaba en entrenamiento –me decía– y metí uno de esos grandes goles que te hacen ganar los partidos a los contrarios del otro equipo, se me ocurrió una disparatada idea, que la fui madurando, mas no faltaban los tramites que había que hacer para conseguir el dinero que se necesitaba para la implementación del equipo de fútbol.

Tomé la decisión de poner unos ahorros que tenía guardados y en la oportunidad que se me presentara lo iba hacer y fue hecho.

En una oportunidad fui a visitar al dueño del Supermercado EL Bodegón (el cual ya no existe), ubicado en la avenida Criag. Él tenía una liga de fútbol combinada con una liga de atletismo, entonces me propuso la idea de que me hiciera cargo de la liga de fútbol. El dicho dice: “El que abarca mucho, poca aprieta”, además ahora, quiero, levantar esta copa, en honor a mi amigo, que no le pegaba mucho al fútbol y así pude lograr mi sueño de formar un equipo de fútbol y desde ahí crear una escuela.

Mientras mordía una longaniza que ya estaba lista y bebía un sorbo de vino tinto, me seguía relatando, mi anfitrión.

–Fundé la escuela deportiva en el año 2009. En el Puerto de Huasco, logré extensas victorias con el equipo formado. Haciendo honor al equipo que llevo en el corazón que es la “Unión Española”, el año 2011, fortalecidos y con un gran espíritu de salir adelante, fuimos vencedores.

Sacó de entre las cosas que traía, una réplica de la copa de fútbol que ganaron en el mundial infantil.

–Ese mismo año el alcalde Rodrigo Loyola destinó unos fondos para el equipo que había creado. El ambiente se llenó de emoción.

Sus caminatas, con sus animales preferidos que a la vez eran sus mascotas, amigos leales y compañeros, le pusieron el Indiana Jones de Huasco, por recorrer a palmo y tranco los cerros aledaños a Huasco, desde el cerro Negro y Colorado, hasta cerro Eslabón y más allá donde muchos no alcanzarían a llegar.

–Tengo una repisa llena de trofeos, de un sueño que dio sus frutos y un mini museo, es la herencia de toda una vida, recolectando utensilios, piedras y objetos que para mí son valiosos y los tengo para mis nietos, hijos y esposa.

–¿Hay alguna flor en especial en este hermoso parque? –le pregunté a Pele de los Teñidos.

–Mira mi estimado escritor, no solamente aquí, sino que en todo el desierto florido pero es difícil encontrarlas y aquí salen, y se llaman. “Añañucas”.

Sin embrago la gente hace mal en sacarlas, este tipo de flora no se da en la casa, aunque le pusieran la tierra más fértil, no daría el esplendor, si resistiese su trasplante, los colores maravillosos que estas flores se brindan a la vista, aquí en este santuario. Y a pesar de todo, la gente no entiende, pienso que es una forma de egoísmo sacar la planta para llevársela a la casa a secarse, no dejando ver esa hermosa flor a otras personas, para mí es una destrucción a un patrimonio floral que se da solamente cuando llueve o en este caso muy al lado de la costa. Ahora tenemos un dron vigilando este hermoso espectáculo de la naturaleza cuando florece, esta bella planta.

Comiendo un trozo de longaniza, con su respectivo vaso de vino, Don Mario se quedó pensativo unos instantes y me dijo:

–Echo de menos a mi hermana Patricia, ella falleció el año 2021, fue mi compañera, juntábamos las cabras por los cerros conversando y jugando en medio de esas patas y cuernos. A los burros los montábamos y arriábamos la manada completa y cuando íbamos a la leña, competíamos, quien cargaba más varas para la casa. En el gallinero de nuestro hogar, los gallos nos picoteaban, mientras los perros ladraban y nos reíamos a carcajadas.

Extendió su brazo, ofreciéndome otra de esas exquisitas longanizas que ya estaban en su punto de saborearlas.

Me dio la impresión de que alguien a mis espaldas me miraba, me giré un poco y vi en la roca una figura de mujer y le pregunté a don Mario:

–¿Será mi imaginación o me está haciendo efecto el vino, en esa parte veo una mujer indígena?

–Es la realidad lo que usted ve, es la guardiana del parque y no se le presenta a todo el mundo.…

–Dejémoslo en que el vino que me hizo efecto, largándonos a reír –le dije.

–Más allá –me relataba don Mario–, hay un horno indígena, me gustaría llevarlo a conocer, pero como estamos con unas copitas de más, caeríamos entre las rocas, jajajaj.

Se acercaba el atardecer y quedé impresionado cómo se iba bajando el sol en este lugar, cambiando de color el paisaje.

Don Mario, el Pele de los Teñidos, me impresionó mucho cuando agachó la cabeza y después miró al infinito, y dijo:

–Extraño hoy a Roberto con dolor, construimos este parque juntos y ahora cuando vengo suelo recordar sus risas y buen ánimo, el cual se contagiaba. Echo de menos a Roberto Ávalos, por haber sido un compañero, un gran amigo, sin importar nada, en las buenas y las no tan buenas, juntos como un equipo, siempre adelante.

Luego, como hablando con él agregó:

–Agradezco al cielo haberte conocido y que fueras mi amigo leal. Al otro lado de la muerte recordaremos nuestras correrías en la vida.

Después de esto recogimos las cosas y entre tanto, me dijo que dedicara este texto, en memoria de sus padres, la señora Rosa Elvira Garrido y Don Pedro Antonio Olivares.

Y nos fuimos caminando por el sendero que subía, el risco, hacia nuestros hogares, Don Mario Humberto Olivares, el Pele de los Teñidos, se despidió con un fuerte apretón de mano y un abrazo, de esa jornada.

Rene Milla Auger.

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