Mi celular

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¿Y donde está mi celular?

Mi celular

El viernes 5 de octubre viajamos a Guadalajara a jugar fútbol. La salida fue del estadio a las 23:30 horas. Faltaban escasos minutos para partir y aún estaba en mi casa. El único semáforo del camino (como siempre que tiene uno prisa)… más rojo que nunca, los segundo pasaban veloces.

En ese momento me palpo mi bolsillo…

— ¿Y mi celular? ¿Dónde está mi celular? —La descarga adrenérgica explosiva no se dejó esperar, el corazón entró en taquicardia 90, 100 contracciones cardíacas por minuto, el reflejo vago vagal me provoca náusea, salivación, mareo— ¿Qué voy a hacer sin mi celular?

¿Y el semáforo?… Continúa en rojo.

“Estaré peor que muerto, en una isla desértica y perdida, una nave espacial sin combustible varada en medio de la nada, más solo que Adán antes de Eva… ¿Cuántos días fuera del mundo?”

Cuento hasta diez:

— 1… 2… 3… 4… 5, 6, 7, 8, 9, 10.

Manejo psicológico.

Reflexiono.

Y el semáforo como ojo del diablo desvelado.

— ¿Y mi celular?… ¿Dónde lo dejé?

Los núcleos basales cerebrales recrearon los últimos movimientos. El registro en mi cerebelo apareció con luz incandescente.

— Lo dejé… lo dejé… Cargando batería… lo dejé en el lavabo.

Nuevamente el autocontrol antiestrés…

Cuento hasta diez:

— 2, 4, 6, 8, 10 -pero más rápido porque se hace tarde…

Y el semáforo descompuesto.

Me paso el alto. Todavía no acelero cuando oigo rugir la sirena de tránsito. Nomás eso me faltaba, el agente hace señas, ya me lo sé: “Oríllese a la orilla”. El agente me dice:

— Pase, pase, el semáforo no funciona -me volvió el alma al cuerpo.

— Claro… -ya lo sabía, es semáforo nuevo, tengo todo bajo control.

Llegué al estadio, ya estaba arrancando el autobús, me instalo en mi asiento.

— Préstenme un celular.

Hablé a mi esposa:

— Tráeme el celular, es asunto de vida o muerte.

Tuvo que interceptar el autobús en la carretera.

Me dijo con su voz apaciguadora de tempestades:

— Estaba en el lavabo.

— Claro, ya lo sabía, y el cargador siempre lo cargo. Todo lo tengo bajo control.

— Sí… Estaba en el lavabo, pero dentro del agua.

Hipertensión arterial 110/90, 140/110. La serotonina se liberó en cascada, tuve que sentarme.

— Tranquilo mi amor -dijo mi esposa con ese tono de seminarista estudioso-… Compras otro en Guadalajara.

— Pero el mío es Galaxy 8, tiene 4G.

— No importa, compra uno más bueno.

— ¿Y la información? ¿El chip? No puede ser, la peor catástrofe de la historia.

Al llegar a Guadalajara lo puse a secar al sol, le soplé, lo besé, le rogué:— Funciona ratoncito. ¡Háblame!

La monoamino oxidaxa factor liberador de la ocitocina no funcionó. La dopamina y la angiotensina de los túbulos renales sí actuaron. Estoy sordo, aturdido, siento dolor precordial, prefiero tener hambre extrema, frío, sed. Pero sin celular no, no, no.

Por fin el celular está seco con secadora de pelo. ¿Qué creen?… ¿Qué creen?… No funcionó.

Mi celular 3

Mientras hay vida hay esperanza. Lo llevé a un hospital de celulares con sirena puesta. Minutos de incertidumbre tuve que esperar a que abrieran. ¿Qué aquí no hay hospitales de 24 horas?

El técnico, mientras exploraba con habilidad la caja de pandora, daba a su cara ínfulas de especialista, refirió con voz de certidumbre: El diagnóstico es (aguante la respiración) el diagnóstico es: Adherencias letales, falla múltiple. Pronóstico incompatible con la vida.

— Pero… mire caballero, tenemos unos muy baratos…

La voz se iba perdiendo entre bramidos de autobuses, silbatos de tránsito, cláxones groseros que casi hablan para agredir, automóviles y camionetonas manejadas por señoras encopetadas con léxico de carretonero borracho y demás estridencias citadinas.

Tomé al ratoncito y lo oprimí contra mi pecho. La voz del vendedor se alejaba cada vez más, como eco en las barrancas de la sierra, hasta cambiar por un zumbido continuo. Zzzzzzzzzzhh.

Paro cardíaco.

Rafael Ortiz Erzeños.

People Comments (2)

  • Lourdes Brubeck julio 14, 2017 at 8:42 pm

    Crónica de una muerte anunciada versión 2017. Absurda dependencia de un aparato «regulavidas», que acompaña la vida solitaria de seres con mil seguidores, contactos y «amigos», unos pocos conocidos y unos muchos virtuales.

    • admin julio 15, 2017 at 8:41 am

      Efectivamente Lourdes, es una adicción la que se ha generado con el celular, la cual aísla a la persona de los demás, con el disfraz de la comunicación.

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