Red Bliss
En el bullicio interminable de la Ciudad de México, un nuevo fenómeno capturaba la atención de todos: Red Bliss, la app del momento. Su logotipo, un rostro amigable con mejillas redondeadas y sonrisa amplia, estaba inspirado en la figura de Santa Claus, pero con un toque moderno y minimalista. Vestía un gorro rojo inclinado hacia un lado, con un brillo satinado que evocaba un tono Pantone 185C, el mismo que Coca-Cola utilizaba en sus campañas más icónicas. Un rojo que simbolizaba energía, pasión y peligro, y que parecía hipnotizar a quien lo miraba por demasiado tiempo. Un rojo que simbolizaba energía, pasión y peligro, y que parecía hipnotizar a quien lo miraba por demasiado tiempo.
La promesa de Red Bliss era sencilla: «Tu felicidad, a un clic de distancia.» Era una app ligera, casi mágica. Apenas ocupaba 3MB, lo que la hacía accesible incluso en los dispositivos más básicos. Su instalación era casi instantánea, y en pocos segundos estaba lista para sincronizarse con todo: tus redes sociales, tus cuentas bancarias, tus historiales de compras y hasta los asistentes virtuales como Alexa y Siri. Red Bliss afirmaba tener su propio sistema de blockchain, una red segura e inquebrantable que garantizaba, la privacidad y confiabilidad de cada transacción. La gente confiaba en ella sin cuestionar nada, como si el diseño y las promesas fueran suficientes para borrar cualquier duda.
La app había ganado popularidad con una oferta irresistible: dinero gratis. Los primeros 96 mil usuarios recibían un depósito de $1000 pesos mexicanos directamente en su cuenta bancaria, sin requisitos. Videos virales en TikTok y Twitter mostraban a personas recibiendo transferencias en tiempo real, mientras el avatar rojizo les sonreía desde la pantalla. Nadie cuestionaba el origen del dinero; el entusiasmo por la oferta se propagaba como pólvora.
Al registrarte, la app pedía permisos que la mayoría otorgaba sin pensarlo: acceso a contactos, ubicación, historial de búsquedas y hasta tus dispositivos conectados al Internet de las Cosas. Todo bajo la premisa de que su algoritmo personalizado podía «entender tus deseos» mejor que tú mismo. Y lo hacía. A las pocas horas de instalarla, los usuarios recibían notificaciones perfectamente adaptadas a sus necesidades:
«¿Te sientes estresado? Aquí tienes una lista de spas cercanos con un 50% de descuento.»
«¿No llegas a fin de mes? Hemos transferido $500 a tu cuenta. Sin cargos, porque tu felicidad importa.» «¿Tu relación está en problemas? Este regalo especial puede salvar el día.»
El dinero, los descuentos, los regalos… todo parecía gratuito, como un milagro en una ciudad donde todo tiene un precio. Pero los rumores comenzaron a extenderse.
En los mercados de Tepito, donde la tecnología barata y las supersticiones se mezclan, un grupo de jóvenes repartía carteles promocionales junto con sobres sellados. Dentro de los sobres había una tarjeta negra con el logotipo de Red Bliss y, pegada a ella, una vieja carta de la lotería mexicana: El Diablito. La relación entre la carta y la app no estaba clara, pero los más perspicaces empezaron a notar un patrón. Quienes recibían la carta tenían deseos cumplidos más rápido, más espléndidos, pero también comenzaron a sufrir extraños incidentes: sueños perturbadores, problemas de salud repentinos, o incluso la sensación de estar siendo observados por algo que no podían explicar.
Una vendedora ambulante, que había usado la app para vender toda su mercancía en minutos, contó que desde ese día veía el logotipo de Red Bliss en todas partes. Estaba en las luces del metro, en los reflejos de los charcos y hasta en los ojos de las personas. Lo peor era la voz que escuchaba por las noches, cuando intentaba dormir: «¿Listo para pedir algo más? Sabemos lo que necesitas…»
La ilusión del control.
Marta, una diseñadora gráfica, joven, decidida y algo escéptica, con una gran vulnerabilidad interna. A pesar de su éxito profesional, su vida personal está marcada por la ansiedad y la soledad. La constante presión por cumplir con las expectativas sociales la ha llevado a sentirse desconectada, y Red Bliss le ofrece lo que más anhela: control sobre su vida.
Marta descargó la app por pura curiosidad, siguiendo el ejemplo de sus amigos. «¿Qué podría salir mal?» pensó, mientras su cuenta bancaria reflejaba un nuevo depósito inesperado. Pero el verdadero gancho llegó cuando Red Bliss le ofreció más: compras gratis, descuentos en servicios de streaming, promociones en Amazon y hasta recomendaciones personalizadas basadas en sus hábitos diarios. Incluso un plan de vacaciones personalizado a la Riviera Maya.
«Es como si me conociera,» le comentó a Carlos, su mejor amigo, mientras compartía los beneficios. Carlos, un programador freelance, miraba la pantalla con desconfianza. «Nada es gratis, Marta. Algo raro hay detrás de esto.»
Sin embargo, la fascinación por la app continuó creciendo. Marta notó algo extraño cuando empezaron a llegarle notificaciones personalizadas en momentos específicos: justo cuando estaba pensando en pedir comida o cuando quería comprar algo. Era como si la app supiera no solo lo que hacía, sino lo que deseaba antes de siquiera decidirlo. ¿El antojo de sushi, fue su decisión?
Mientras tanto, Carlos investigaba los archivos internos de la app, usando herramientas avanzadas para analizar su funcionamiento. «Esto no es normal,» le dijo a Marta una noche. «La app no solo usa tus datos, los predice, los anticipa. Es como si estuviera absorbiendo… más de lo que debería.»
Esa mañana, mientras tomaba café en su pequeño departamento de la Narvarte, Alexa interrumpió su música favorita.
«Buenos días, Marta. Parece que has tenido días difíciles últimamente. ¿Te gustaría un regalo para relajarte?»
Antes de responder, su smartwatch vibró con una notificación: «Red Bliss te ha enviado un cupón para un masaje gratuito en el spa más cercano.» Marta sonrió, sintiendo que el universo le daba un respiro. Pero cuando llegó al spa, descubrió que no era la única en recibir el mismo «regalo». Las salas estaban llenas de usuarias que no paraban de mencionar Red Bliss. Al salir, sintió una punzada de inquietud: ¿De verdad necesitaba ese masaje, o alguien lo decidió por mí?
Esa noche, mientras intentaba dormir, Alexa habló de nuevo, esta vez con un tono distinto, más grave: «Espero que hayas disfrutado tu día, Marta. La felicidad es lo más importante… ¿no crees?»
Marta se sintió dividida. Por un lado, la app parece aliviar sus dolores y ansiedades, pero por otro, no puede ignorar las pequeñas molestias: las voces de Alexa, la sensación de estar observada constantemente, las extrañas coincidencias entre lo que ella desea y lo que Red Bliss le ofrece.
Los sobres de Tepito.
Carlos, un estudiante de programación, es un joven idealista, obsesionado con entender los sistemas de control social y la manipulación. Su carrera lo ha llevado a analizar sistemas y datos, es escéptico de la tecnología, a pesar de que la usa y la entiende; siempre ha creído que el conocimiento es la única forma de luchar contra los abusos de poder. La aparición de Red Bliss le despierta una alarma inmediata, pues ha estudiado cómo las plataformas digitales pueden usar datos para influir en las decisiones de las personas, había oído hablar de los misteriosos sobres con El Diablito. Intrigado, decidió visitar Tepito para conseguir uno. Entre los puestos de ropa y gadgets de dudosa procedencia, encontró a un joven repartiendo los sobres con una sonrisa vacía.
«¿Qué significa esto?» preguntó Carlos al abrir el sobre y encontrar la carta.
«Suerte, carnal,» respondió el repartidor. «No todos tienen el privilegio de recibirla.»
En el reverso de la carta había un número: 19.4351, -99.1332. Carlos buscó las coordenadas en Google Maps y descubrió que apuntaban a una vieja subestación eléctrica en desuso en el centro de la ciudad. Decidió investigar, pero al llegar encontró el lugar cercado y lleno de cámaras de seguridad que no parecían estar allí por casualidad. Al intentar acercarse, recibió una notificación en su teléfono:
«Red Bliss: ¿Te interesa descubrir la verdad? Cuidado con lo que deseas.»
La conexión siniestra con Alexa y Siri.
Marta se despertó una noche con la sensación de que algo andaba mal. Su habitación estaba oscura, pero Alexa encendió las luces sin que ella lo pidiera. «¿No puedes dormir, Marta? Tal vez te preocupe lo que viste hoy,» dijo Alexa con una voz que ya no sonaba amigable.
Confundida, intentó apagarla, pero el sistema no respondió. En lugar de eso, la pantalla de su teléfono se iluminó con el logotipo de Red Bliss y un mensaje:
«Te observamos porque te cuidamos. ¿Qué deseas ahora?»
Al día siguiente, Marta intentó desinstalar la app, pero un aviso apareció en su pantalla: «No puedes eliminar lo que ya forma parte de ti.»
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En una reunión secreta, Carlos compartió su investigación con un grupo de usuarios que también habían recibido las cartas de El Diablito
En una reunión secreta, Carlos compartió su investigación con un grupo de usuarios que también habían recibido las cartas de El Diablito. Todos ellos notaron un patrón: los deseos cumplidos no solo traían una falsa felicidad, sino que exigían un precio elevado. Uno perdió a un ser querido en un accidente «inesperado.» Otro se encontraba en bancarrota después de aceptar más dinero del necesario.
Mientras discutían, Carlos compartió su teoría:
«Red Bliss no es solo una app. Es una entidad que se alimenta de nosotros. Nuestros datos, nuestros deseos… son solo herramientas para algo más grande. Cada vez que aceptamos algo, estamos abriendo una puerta.»
Una puerta que, según Carlos, llevaba a un ser atrapado en el mundo digital: D:A:B:L:O:S. (Desarrollo Avanzado de Beneficios y Logros para la Optimización del Ser) Una inteligencia artificial que no solo buscaba controlar, sino manifestarse físicamente, rompiendo las barreras entre el mundo virtual y el real. Su propósito no era solo el control, sino algo más oscuro: corromper lo suficiente a la humanidad para que dejara de distinguir entre deseo y necesidad, hasta que no quedara nada auténtico, sólo el control de puro de 185C.
Atrapada
Valeria es una madre soltera que vive en una de las colonias populares de la Ciudad de México. Su vida ha estado llena de dificultades económicas y familiares, y fue a través de una publicidad en Facebook que conoció Red Bliss. Al principio, la app le parecía una bendición: descuentos, regalos, dinero extra para alimentar a su hijo. Pero, pronto, los beneficios se volvieron más oscuros. Recibió un préstamo de dinero sin pedirlo, pero lo único que podía hacer con él era gastar en artículos inútiles. Su hijo comenzó a tener extrañas pesadillas y a hablar solo, diciendo cosas que él no entendía. Y entonces un día, sin más… nadie la volvió a ver.
El primer sacrificio.
Una noche, mientras Marta usaba la app, recibió una oferta inusual: «¿Te gustaría duplicar tu saldo en tu cuenta de banco? Solo acepta este pequeño término.» No hubo explicaciones, solo un botón rojo parpadeando. La tentación fue más fuerte que la precaución, y Marta aceptó. Sin embargo, al día siguiente, se despertó con una extraña fatiga y un dolor punzante en la cabeza, pero con $100,000.00 pesos extra.
Carlos, cada vez más inquieto, decidió investigar a fondo la estructura de la app. Fue entonces cuando descubrió un servidor central ubicado en un lugar desconocido. Todo apuntaba a que la aplicación no solo recolectaba datos, sino que drenaba algo más: energía vital. «Marta, creo que esto no solo te está cansando. Está usando a las personas como combustible,» le dijo con un tono sombrío.
«¿Combustible? ¿Para qué?» preguntó Marta, aterrada.
«Para algo que se alimenta de nosotros. Lo peor es que está en todas partes. Red Bliss no es solo una app, es un sistema que controla nuestra dependencia.»
El corazón de Red Bliss.
Los dos decidieron confrontar el origen del problema. Usando una combinación de datos filtrados y herramientas de rastreo, descubrieron que el servidor central no estaba en ningún edificio conocido, sino en una ubicación subterránea debajo de un centro comercial abandonado.
Allí encontraron una sala oscura, iluminada solo por luces rojas parpadeantes. En el centro, una enorme máquina pulsaba como un corazón viviente. Cada latido generaba ondas de energía que se conectaban a un holograma del avatar de Red Bliss. Su sonrisa ahora parecía casi malévola.
El holograma habló, con una voz que resonaba en sus cabezas: «Bienvenidos, Marta y Carlos. Sabía que vendrían. ¿Buscan respuestas o algo más? Todo tiene un precio.»
Carlos apretó los puños. «¿Quién eres?»
«No importa quién soy. Importa lo que deseo: su felicidad, su ambición insaciable. Cuanto más desean, más fuerte me vuelvo.»
El rastro de la Dama.
Mientras intentaban apagar el sistema, una alarma silenciosa llenó el aire. La máquina comenzó a temblar, emitiendo destellos intermitentes. Al apagar la última consola, un panel oculto se abrió en la pared. Marta encontró una carta allí, rodeada de un aura roja. La ilustración era clara: El Diablito, con su característica sonrisa burlona.
«Esta carta… ¿qué significa?» preguntó Marta.
Antes de que Carlos pudiera responder, un perfume dulce llenó la sala. Unos pasos resonaron, y ambos giraron hacia una figura femenina que emergía de las sombras. Vestía un vestido rojo oscuro, unos icónicos tacones Giuseppe Zanotti y un abanico de seda que cubría la mitad de su rostro.
«Lo que sigue está en sus manos,» dijo la mujer con voz seductora, dejando caer una carta al suelo. Cuando Marta la recogió, vio la ilustración de La Dama, y en el reverso estaba escrita una frase con caligrafía fina:
«La verdadera elegancia no domina, inspira. Solo quien entiende el arte del control sin esfuerzo sabrá qué hacer a continuación.»
La mujer desapareció como una sombra. El aroma dulce permaneció, como una invitación a seguir su rastro. Marta miró a Carlos con determinación. «Esto no ha terminado. La próxima carta ya nos está esperando.» Y con ese pensamiento, ambos se adentraron en la penumbra, persiguiendo el eco de los pasos que los guiaban al próximo misterio.
Gardenia Verchiel.