LA CAMIONETA DEL ZAPATERO.
Rugía la máquina de la Chevrolet entre el olor a alcanfor y tal anís bendito, era la camioneta verde agua. Cerrada como un cofre para llevar las cajas de zapatos y guardar las propagandas verdes del partido Cristiano, donde una estampa amarillenta de un Cristo, al lado del volante, dejaba la devoción del letrado dependiente de los Labrador de Quenikea y más de las oraciones aprendidas en la escuela del reverendo Maya, entre los balcones del primer cuartel.
Así lo describió el viejo zapatero cuando de cuidador de libros se leía al «Conde de Montecristo» y viajaba por los mares junto a Edmundo Dantés. Entre aquel salón con libros viejos y los estantes del carpintero Méndez. Entre el cuadro centenario de la casa del hacendado Mier, en la última proclama del General pintado por el viejo Melani. Mientras, la camioneta esperó entre la calle Real y la casona donde nació Constantino.
Llevando entre los zapatos y zapatillas los anuncios clandestinos del partido de Vladimiro y los diarios del multigrado, junto a la bandera verde del Doltor «Doctor» Caldera. Donde los campanarios mostraron las plegarias del padre Moncada y muy en los locales de Francisco de los Moreno se fundó la tienda junto a su compañera.
Un día Homero Moreno, el hijo del maestro de Capilla, Don Víctor, contó las avemarías del «Confidente del Gobierno del General de Michelena», allá por los años del 1956 junto a Carvajal Maldonado y los rezos de Doña Josefa Márquez, entre los aleros y el Jeep Militar. Siempre desde sus antejuelos y el credo de los poetas, del teatro de Francisco Octavio, donde estuvieron los trajes y el blanco vestido de la novia con flores de la única magnolia en el solar del Hotel la Casona del banquero Pacheco, en los caminos del tiempo.
Un día la camioneta que recorrió aldeas y pueblos, divisó las estrellas, apagó las luces y almacenó las banderas. Escuchó las voces de la Radio Parlante, entre las cartas de amor y los sentimientos del alma.
Ayer crucé el tiempo y vi en la esquina de los remedios de la médica Jovita el lugar de la vieja camioneta, con el aroma de las zapatillas y el testimonio de los cantares, desde los ojos negros y de cada esencia; la única bandera Nacional revestida de los espejos con la luz de la luna.
La historia se convirtió en una leyenda con los santos evangelios en la casona de los Gandicas, junto al solar de los manzanos. Donde aún la bocina de la Chevrolet recorre las curvas de las carreteras.
Con agua bendita de la pila bautismal de iglesia del pueblo…
Han pasado los años.
Néstor Melani Orozco.