La quema de Judas

LA QUEMA DE JUDAS.

Iba Jesús montado en el burro, en el suelo muchas palmas recién cortadas adornaban su bienvenida. Alegría desbordada se veía en los rostros sudorosos de la multitud.

El amigo Gerardo con su celular se comunicaba con la señora Betty, la del restaurant la Fonda de Los Arrieros, donde preparan exquisitos platos colombianos, como el ajiaco y el mondongo. En su amena conversación manifestaba su gran satisfacción por el fin de la guerra en Ucrania por parte de Rusia, también sonreía porque la Corte Penal Internacional había instalado una oficina en la ciudad de Caracas. Vamos bien, poco a poco, se decía con una sonrisa dibujada en su rostro.

Era la multitud, aclamando la llegada del rey, el rey del universo. Unos niños se acercaron adonde estaba Jesús, quien bajó del burro, los abrazó, y sintieron la presencia divina.

Las clases comenzarán en este trimestre de manera presencial. Ya se acabó la pandemia, seguiremos cuidadosos con las normas de bioseguridad, así lo manifestaron los voceros del gobierno a la población en Venezuela.

Una ola de calor vestida con collares y harapos oscuros confundieron a los pobladores de Barquisimeto. “Cómo ha cambiado el ambiente, calor con lluvia durante el día y frío por las noches. Esto nunca se había visto”, comentaban los pobladores.

Poncio Pilatos, se lava las manos, mientras la multitud grita: “¡Suelten a Barrabás, suelten a Barrabás!”

Por ahí anda Barrabás, haciendo lo que desde siglos atrás ha hecho, con traje y corbata se ha especializado en el mundo de la corrupción.

Como pedazos de papel llevados por el huracán de sus temores los pensamientos de Judas se hacían presentes, sentado en una vieja silla miraba como la luna aparecía con su lindo vestido de estrellas. Sentía ganas de llorar y estaba arrepentido. No podía gritar ni correr, su cuerpo eran pedazos de trapos viejos, sus brazos largos y una joroba formaba la gran masa vestida con una camisa y boina rojas. Su rostro de plástico estaba sudoroso. Le habían rociado un líquido inflamable, tal vez gasoil. Terminaba el Domingo de Resurrección, el público esperaba leyeran la carta donde aparecían los desaciertos por lo cual sería quemado.

Wolfang Cuello y Carlos García leían los errores y las cosas malas que Judas había hecho, le colocaron una antorcha. Mucha candela ardía en el cuerpo, en la noche con su luna llena, la gente disfrutaba de aquel acontecimiento, sabían quien era el Judas de ese año, los hechos narrados en las cartas lo denunciaban con claridad, y ellos sentían la justicia divina en contra de ese traidor.

José Argenis Peña Salcedo.

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