LA PIEZA PERDIDA PARA ENTENDER LA RELACIÓN ENTRE EL LENGUAJE Y EL PENSAMIENTO.
Diana Brubeck.
Ian Donnelly: Estaba leyendo un poco sobre la idea de que
si te sumerges en un idioma extranjero puedes modificar tu cerebro.
Louise Banks: Sí, la Hipótesis de Sapir-Whorf. La teoría de que
el lenguaje que hablas determina cómo piensas y…
Ian Donnelly: Sí. Afecta cómo ves todo.
—Arrival, 2016.
En 1929 Edward Sapir, antropólogo y lingüista estadounidense, comenzó a trabajar en un análisis comparativo de lenguas nativas del país, el cual, y junto con el trabajo de Benjamin Lee Whorf, llevaría en 1950 al desarrollo de la conocida hipótesis de Sapir-Whorf. Esta teoría, también llamada “Hipótesis de la relatividad lingüística” (HRL), establece que el lenguaje moldea el pensamiento. Dicha afirmación ha sido estudiada incontables veces a lo largo de las últimas décadas, llevando así a nuevos descubrimientos sobre la manera en que el lenguaje, la percepción y el pensamiento están relacionados entre sí. Así pues, podemos toparnos con diversas investigaciones que otorgan respuestas que pueden o no estar de acuerdo al whorfianismo, no obstante, la pregunta que aquí nos interesa no es una de opción múltiple donde se deba elegir entre “sí o no”, sino una donde se trata de buscar el cómo o el por qué.
Para empezar, es necesario entender la HRL y cómo ha evolucionado gracias a múltiples estudios que comparan diferentes idiomas en aspectos lingüísticos específicos, como número, formas, o colores. En su forma más pura y con una gran influencia del punto de vista de Whorf, la HRL hace una fuerte declaración al decir que el idioma determina en gran medida la manera en que experimentamos el mundo, explicado con la idea de que “cada lengua describe y conceptualiza el mundo de una manera particular”, es decir, la lengua materna restringe el entendimiento intercultural de los hablantes. Sin embargo, este enfoque tan contundente ha originado una amplia discusión que más tarde evolucionaría a un mejor entendimiento de la influencia del lenguaje tanto en el pensamiento como la percepción, al categorizar el niveles en que dicha influencia se da.
De acuerdo a Lewis (2004), se han desarrollado nuevos estudios en un intento de probar que existe un efecto cuantificable en la manera en que un individuo interactúa con su entorno y los fenómenos a su alrededor. Es este el tema que toca Tohidian (2008) en su ensayo “Examining Linguistic Relativity Hypothesis as One of the Main Views on the Relationship Between Language and Thought”, en el cual denomina a esta variante de la HRL (la influencia de la lengua sobre el pensamiento) como la versión “débil”, y a su vez, explica que se encuentra compuesta por dos versiones: la “más débil” (la lengua influye sobre la memoria) y la “débil” (la lengua influye en la percepción).
La mayoría de los estudios han demostrado que la versión “débil-débil” de la HRL es más acertada que la “débil-más débil”. Boroditsky y colegas (2001) han llevado a cabo múltiples experimentos, pero entre ellos cabe mencionar uno sobre la forma en que el chino mandarín y el inglés manejan el tiempo; en el mandarín se utiliza una categorización vertical de eventos con palabras como下 (xià) para indicar que algo viene después o ha terminado –cuando la palabra significa “debajo/abajo”- y 上 (shàng) para señalar un evento del pasado o va a comenzar, pero al mismo tiempo significa “sobre”, mientras que en inglés (al igual que en muchos otros idiomas, tales como el español) el paso del tiempo se mide de manera horizontal. De esto, Boroditsky obtuvo las siguientes conclusiones:
- La lengua es “una herramienta poderosa para moldear el pensamiento” sobre ideas abstractas (p. 1)
- La lengua materna es importante para “moldear pensamiento habitual” (p.
No obstante, ¿cómo es esto posible? ¿Cuál es la razón para que el lenguaje que un individuo habla afecte de alguna manera sus pensamientos o percepción sobre el ambiente que lo rodea? Para responder esta pregunta, considero importante referirnos al origen global de la lengua.
Es un dato de conocimiento general que la lengua hablada proviene de los primeros intentos por establecer algún tipo de comunicación entre los seres humanos, el cual consistió del uso de señas y sonidos indiscriminados, principalmente gruñidos (Hernández Fierro, 2000), que posteriormente evolucionaría en un conjunto de sonidos más articulados y, por último, en palabras. Sin embargo, las palabras no atienden a un criterio en particular. Hernández Fierro cita a Paz para explicar la arbitrariedad del lenguaje, y el que no exista una relación lógica en el ponerle un nombre a un objeto o suceso y el nombre que se elige, ya que la gente no tenía las habilidades necesarias para discutir al respecto. Además, el diccionario de la Real Academia Española (2019) define “arbitrario” como el “Sujeto a la libre voluntad o al capricho antes que a la ley o a la razón”. Todo esto indica que, en sus inicios, la lengua atendía a lo que las personas eran capaces de percibir, en un intento de etiquetar aquello que se encontraba a su alrededor. Esta idea resulta contraria a lo establecido por la HRL, pero no significa que se descarte por completo, y para ello, es bueno recordar que la cultura también tiene un impacto en el uso del lenguaje.
“[…] hay involucradas muchas más cosas que solo el lenguaje y el pensamiento; también está la cultura. Tu cultura (tradiciones, estilo de vida, hábitos y todo cuanto tomas de la gente con la que vives e interactúas) moldea la manera en la que piensas, y también en la que hablas.” Birne (1999)
Como se mencionó antes, podemos decir que, ciertamente, nuestro entorno llegó a moldear la lengua en sus orígenes, y, según la humanidad comenzó a desarrollarse más en sociedades, la lengua comenzó a describir sus rituales y tradiciones con aquellas palabras ya existentes, o bien, crearon nuevos términos para cubrir la necesidad humana de etiquetar todo. Son factores externos los que de alguna manera tienen cierta influencia en el lenguaje. Pero ahora, pensemos en las nuevas generaciones. Se sobreentiende que cada vez que una persona nace, está destinada a criarse y crecer en una cultura y lengua específica. Sus pensamientos no tienen influencia alguna en el exterior o en el lenguaje al ser bebés, pero crecen y se desarrollan en una sociedad ya establecida donde el lenguaje, las reglas, tradiciones y la comida, ya están como algo fijo, así que aprenden a comunicarse con las palabras que dicha comunidad utiliza, y en esa etapa son la lengua y la cultura los factores que dan forma a la forma en que el individuo va a interactuar con el mundo.
En México, uno de los principales ingredientes en la comida es el chile, y se cuenta con una gran variedad de estos, cuyas diferencias varían desde si están frescos o secos. Al usarse en salsas, muchos de ellas pueden parecer similares, diferenciadas a simple vista tan solo por el color (verde, rojo o amarillo), pero los mexicanos saben que dos salsas verdes no son la misma. Tienen una palabra específica para cada chile y son capaces de identificarlos al estar en constante interacción con ellos, lo mismo con las salsas. Podría decirse que no todos son especialistas en identificar chiles, ya que no existen estudios al respecto todavía, pero el punto es que cuando un extranjero se enfrenta a una mesa donde hay más de una salsa, pueden tener tan solo una o dos palabras para describirlas. ¿Por qué? Porque la variedad de chiles y salsas que abundan en México no son parte de su cultura, así que no tienen la necesidad de encontrar una manera específica para categorizarlas y nombrar cada una de ellas, incluso si las diferencias entre dos salsas son diminutas.
Y todavía parece ser que la lengua está determinada por otros factores, pero por ahora, reflexionemos en el estudio comparativo hecho por Davies y Covert (1997) acerca de los colores en idioma ruso, inglés y setsuana. De acuerdo a Davies (1998) “El setsuana tiene un solo término para los colores azules y verdes (botula), el inglés tiene dos (blue y green) y el ruso tiene tres (zelenyj: verde; sinij: azul oscuro; goluboj: azul claro)”. Los tres idiomas tienen una cantidad diferente de palabras para categorizar colores, pero esto no quiere decir que los hablantes del setsuana no puedan ver o diferenciar los colores, simplemente lo hacen de una manera distinta; los rusos se guiarán por la cantidad de luz en lo que respecta a diferentes tonos de azul; y aquellos cuya lengua materna sea el inglés, harán una diferenciación entre verde y azul, sin necesidad de profundizar en si son claros y oscuros. No obstante, saber que puedes llamar “botula” a un conjunto de colores que usualmente separas, o que existe una diferencia entre el azul claro y el azul oscuro, con una palabra específica para nombrarlos, puede dar como resultado un cambio en la forma en que percibimos las cosas y, por lo tanto, en nuestro pensamiento.
Para muchos extranjeros, cualquier cosa que pueda ponerse dentro de una tortilla da como resultado un “taco”, sin embargo, saber que existe una diferencia entre términos como “taco”, “flauta”, “burrito”, “quesadilla”, “gringa” y “chimichanga”, nos obliga a prestar atención a las diferencias presentadas, de tal manera que el idioma está moldeando la percepción. Lo que una persona es capaz de percibir los obliga a buscar por una palabra que pueda describirlo tan adecuadamente como sea posible, y también, conocer una palabra específica para un concepto que solía ser categorizado en un grupo más grande, los hace buscar las características que lo vuelven diferente.
Aprender un idioma nuevo significa aprender un poco (o mucho) sobre otros países, y este intercambio cultural tiene una influencia en el modelaje de nuestro pensamiento y percepción del mundo, tanto como nuestro entorno y cultura influencian la manera en la que hablamos. Todo esto sucede de forma circular sin un punto específico de inicio.
Louise Banks: Si lo aprendes, cuando lo aprendes bien,
empiezas a percibir el tiempo como ellos.
Puedes ver lo que va a pasar.
Pero el tiempo es distinto para ellos. No es lineal.
—Arrival, 2016.
REFERENCIAS
BORODITSKY, L. (2001). Does Language Shape Thought?: Mandarin and English Speakers’ Conceptions of Time. Cognitive Psychology. doi: https://doi.org/10.1006/cogp.2001.0748
BORODITSKY, L. (2009) How Does Our Language Shape The Way We Think? Conversation: Mind. From: https://www.edge.org/conversation/lera_boroditsky-how-does-our-language-shape-the-way-we-think
HERNÁNDEZ FIERRO, V. M. (2000). Lenguaje: Creación y expresión del pensamiento. From http://www.razonypalabra.org.mx/anteriores/n19/19_vhernandez.html?iframe=true&width=95%25&height=95%25
LEWIS, K. (2014). Does Language Affect Thought? From https://www.philosophytalk.org/blog/does-language-affect-thought
Linguistic Relativity Hypothesis. At AlleyDog, From https://www.alleydog.com/gl<ossary/definition.php?term=Linguistic+Relativity+Hypothesis
TOHIDIAN, Iman (2008). Examining Linguistic Relativity Hypothesis as One of the Main Views on the Relationship Between Language and Thought. 65-74 From https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/18807194