A PESAR DE TODOS LOS CAMINOS.
A pesar de todos los caminos
que no pude recorrer
por llegar demasiado tarde
o haberme, por la impaciencia,
adelantado…
A pesar de las veces
que hube de limpiarme
el polvo de los ojos,
de unos ojos que lloraban tu ausencia,
de una ausencia de caminos
y de caminos en los que tuve que pararme en la cuneta
porque mis pies sangraban demasiado…
A pesar de los amaneceres
que nos perdimos
y los ocasos rojos por las cicatrices
que tú también
has de llevar por mi causa…
a pesar de todo eso
el sol vuelve a salir,
por encima del mundo,
cada mañana.
El hilo invisible permanece,
sin pedir permiso
y, entre lo inacabado y lo incumplido,
sigue empeñándose en el latido
la esperanza.
Pensarás que te di muy poco,
casi nada,
que no estuve a la altura de esa cumbre
que me ofreciste sin miedo,
y escalaste por mí sin red.
Y no estarás equivocado
porque tú, merecías las estrellas y yo,
tan solo acerté a señalar,
por un instante,
su reflejo sobre el agua
pero ten por seguro
que los valles más limpios,
siempre fueron tuyos;
que te fueron dadas
todas mis posibilidades,
aunque tú no lo sepas.
Aunque te supiese a muy poco
un amor suspendido en un parpadeo
yo también pagué muy caro el peaje
(y cuando tú quieras
me levanto el alma y te enseño las cicatrices).
Comprendí, a solas con mi dolor,
que, a pesar de nosotros mismos,
hay caminos que no podemos dejar,
promesas que no se pueden romper
y vidas que dependen de nuestras manos.
Perdóname.
Eran reales las fronteras
y mis alas no resultaron ser tan fuertes.
Por eso te pido
que no albergues hacia mí rencor ninguno
pues por encima de todos los espejismos
no hay perfume más intenso
que el del amor concentrado en un instante;
un instante convertido en un paisaje;
en un paisaje de eternidad
por el que pasear en la memoria,
unidas nuestras manos invisibles
junto al agua, sin tiempo, sin cadenas,
con la pureza del amor primero
limpiando mis versos
y dejándolos secar al sol
sobre las cuerdas de tu guitarra.
María Teresa González Gallego.