Amanece despacio.
Amanece despacio,
como a tientas,
con esa indecisión con que la noche
resiste a desvelarse a la hermosura
o aquella en que las hojas se columpian
a punto de abrazarse cara al suelo.
Hay un viento-dolor que desbrocha
los últimos botones de la aurora
y huele a pan el hambre de las nubes
y a sueño el barlovento de las sábanas.
Pero amanece.
El cielo se revuelve de campanas
y el gallo de cristales iracundos.
Todo el silencio rompe sus mordazas
y todas las mordazas se preguntan
si no tendrán un sol que las redima.
Amanece,
no queda tiempo.
Que adornen el balcón las siemprevivas
y apaguen los fusiles sus ventanas.
Amanece.
Tendremos que luchar,
pero es seguro
que allí también la noche se desgasta.
Juan José Alcolea Jiménez.
Del libro “Hay un cuerpo desnudo sobre el lino”.
Premio de poesía “Pedro Marcelino Quintana”.
Arucas, 2009.