El bálsamo que alivia

EL BÁLSAMO QUE ALIVIA

Al conocernos una magia especial nos unió,
al principio fue muy sutil y con lentitud.
Después cuando supimos cuál era la razón,
de la necesidad de vernos, hablarnos y
estar cerca uno del otro ya lo descubrimos.
El corazón había permitido comunicarse
con el otro a través del aire que respiramos
a través de la piel y de los labios que se juntan.

Decidimos que no podíamos estar lejos,
porque cada día crecía la necesidad,
el vínculo más fuerte fue invadiendo la razón.
Estábamos queriéndonos, enamorados uno del otro.
Sin buscar entender las razones ni explicarnos
decidimos consumirnos en uno solo,
pensábamos que éramos un solo cuerpo
dos almas unidas para crear un fuerte amor
y luego de nueve meses, el amor creó otro ser.

Cada día el derroche de felicidad era mayor,
las sonrisas se multiplicaban, las sensaciones únicas,
con fuertes lazos creamos lo más sagrado: la familia.
Las dificultades llegaron, los lazos se debilitaron
cada uno viviendo su destino por separado,
buscando las metas personales para mejorar
unidos por la familia, el hijo, el hogar.

No fue suficiente, viste otros ojos, otro camino,
ya no había besos, ni piel, solo distancia.
En el hogar solo estaban el hijo y la madre,
con el corazón roto que no pudo reparar.

El dolor quemaba el pecho, la tristeza el corazón,
la decepción ardía el estómago todos los días.
La mente reclamaba por no haber logrado una familia feliz.
Un día ya no dolió más, no era por ti solamente
reconocí que el error no era solo mío, sino de los dos.

Hoy hace cuatro décadas que te fuiste,
llevándote una parte de mi vida y corazón.
Razones sobran para explicar lo ocurrido
pero al corazón no lo llenan las palabras,
y menos las que se razonan.
Al corazón lo llena la emoción y el sentimiento

Entonces una noche luego de llorar hasta secarme,
acepté el perdón de mi alma y las lágrimas bañaron
el cuerpo adolorido, los ojos entristecidos,
el pecho quemado, el estómago se calmó y dejó de llorar,
y el corazón, poco a poco, unió las piezas rotas.
El perdón de mi alma había logrado callar mi mente
descubriendo que ya podía caminar sin ataduras.

El bálsamo del perdón llegó hasta los huesos y lo reparó de nuevo,
el cuerpo cansado estaba listo para continuar la vida sin dolor.
La alegría y la felicidad hicieron su nido y no lo abandonaron más.
Con mi familia a medias descubrí que así estábamos completos,
pues el amor que la había creado aún seguía entre nosotros dos.

Mary Agnes Vega.

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