EL FRÍO DESATA
Con su sombrero negro, de ala ancha y flor en la toquilla, se consumía a la sombra de un largo atardecer en el portal de un sueño.
Desnuda de toda desnudez apenas si cubierta de una tenue sonrisa, veía pasar los pájaros migrantes en invierno, rezagados y lentos como lejanos astros escurriendo en los ojos.
La tarde es triste
como las nubes rojas
en el crepúsculo.
Su velo tenue cubriendo en parte la noche de sus pechos, se mece inquieto en el soplo de brisa que cruza la ventana, un ruido suave se incendia y se consume en la respiración ahogada por caricias ausentes.
En la memoria
las espinas son rosas
agonizantes.
Y oculta la sonrisa bajo la sombra eterna de su sombrero negro, la rosa de sus pechos, otoñal, se ha dormido, mecida por la brisa y las sombras de ausencia que cruzan la ventana.
El frío desata
los pájaros dormidos
de los recuerdos.
Everardo Antonio Torres González.