El tiempo que compartimos.
Es temprano, se van las nubes del amanecer,
las luces del nuevo día, contagian alegrías,
y tú desde la misma almohada, entregas fantasías.
Luz de noches frías, abrigas esperanzas sin ironías,
descanso de noches interminables, se apoderan
del pensamiento y alma.
En medio del silencio tus palabras,
cálidos besos, sentidos abrazos, ligeros sueños
de un día aún más largo.
Duermen las lágrimas, en el baúl del olvido,
despiertan los sueños como una quimera de hadas,
caminar juntos, firmes los pasos,
lejanos destinos, cercanos recuerdos de lo vivido.
Una mano que cobija, un beso que abriga,
una caricia que enciende y da vida.
Se vuelven necesarias desde que la noche duerme,
tomo tu piel salada y dulce, sin ser juguete,
despiertan las horas de la noche, te encuentro,
pienso en mañanas sin descanso, sin palabras,
sin razón.
Luz del anochecer, iluminas los pensamientos
de un nuevo día, sin nieblas,
del descanso en sosiego, lleno de palabras
que despiertan las mañanas de un día nuevo.
El tiempo que compartimos desde que no había tiempo,
llena las esperanzas de momentos plenos,
despiertan las manos sin el calor de un fuego
que despide los oscuros momentos que olvidé;
cuando después de un beso, encendieron las luces
del camino nuevo, sin distancias, sin desvelos.
El tiempo que compartimos, es el mejor tiempo,
con sueños reales, que dibujan sonrisas
hasta en los pensamientos.
Moisés Jorquera Vivanco.
Del Libro «También quiero opinar”.