Éramos niñas

ÉRAMOS NIÑAS

I

En nuestras correrías de
infancia, con mi amiga salíamos
a buscar diversiones.
Colgadas de las cadenas, nos
suspendíamos cual volantines,
que elevaba el viento.
Entre el muelle, el barco,
y los roqueríos, que nos esperaban
abajo, si nos llegábamos a
soltar. De esta manera
nos deslizábamos
por las cadenas de los grandes buques.

II

Muchas fueron las aventuras
que vivimos con mi amiga predilecta.
Más allá, en el puerto de las
Lozas, había una poza la
cual era
de una familia.
Le dije a mi amiga que fuéramos
a echar un vistazo, el lugar era privado.
Así llegamos un día a mirar entre las rocas,
Y lo que vimos nos dejó
Sin respiración…
Pequeñas psicópatas, ¡riéndonos a carcajadas!
Los niños repetían una y otra vez,
zambullirse en el agua
tirándose bombas, piqueros
y guatazos.
Estábamos por
largo tiempo mirándolos,
¡sin que nos descubrieran!
Observándolos,
tirarse desnudos a la poza.

III

Entre risas y alegrías
se nos pasaba el día.
En un lugar llamado
La Dárcena, había un canal,
donde entraban los buques
para su carga y descarga,
de tan preciada carga.
Nosotras con delantales
y polleras, saltábamos sobre las rocas
para llegar al buque.
Allí los marineros,
nos regalaban frutas
verduras, chocolates y
galletas. Al llegar
a casa, nos preguntaban
¿¡De dónde salieron esas bolsas!?
Nos encogíamos de hombros,
para salir al otro día
a las nuevas correrías.

IV

Así eran las mañanas de
nuestra infancia, en un día
de sol esplendoroso sin ninguna
brisa que nos arruinara
el momento de estar suspendidas
en el aire, sin embargo,
una inesperada y fuerte
ráfaga de viento, hizo que
me soltara de las cadenas
donde me encontraba suspendida
solamente de mis manos,
al fondo del roquerio fui a dar.
Cuando me di cuenta,
por mi mejilla la sangre corría,
llegamos a casa y al
hospital fuimos, con mi mamá,
nunca la había visto tan enojada y solo me miraba.
cuando me sané y el castigo me levantaron,
fui a buscar a mi amiga
para comenzar nuevamente
el día a día.

V

En casa de piedra nací y ahí crecí.
Mi madre me decía que la única
hija de ella, era yo.
Había nacido en esa
casa de paredes frías.
El día que me alumbraron
la partera no estaba y mi padre
y mi abuela, me recibieron
a mi llegada.
Cuando llegó la ambulancia
solo a mi madre llevaron
al hospital.
Así dio a luz mi madre,
a esta hermosa niña, llamada Celinda,
que solo brindaba alegrías…

VI

Ahora de adulta mayor
cuido a mi madre que se llama
Matilde, en su longevidad
bendita.
¡Que bendición es tenerla viva!
Y que ella disfrute a sus
tataranietos y bisnietos
correr por todas partes, llenando
con sus risas alegres, todo el
inmueble, mientras
nosotras cultivamos el jardín,
con sus plantas y flores
para que su casa se vea más hermosa,
y próspera.

VII

Mi padre gran y recto señor,
de humilde y buen corazón,
ebanista desde su interior
desarrollando el arte con sus manos,
cuando era necesario y se requería
el oficio de la peluquería y en
sus tiempos libres, arreglaba
radios y televisores, de aquellos
tiempos.

VIII

Leónidas fue su nombre,
y desde pequeño aprendió
junto a su padre, el cual le enseñó,
el arte de la relojería.
a la edad de nueve años,
comenzó a manejar las manecillas
de los segunderos y minuteros.

IX

A sus ochenta y nueve años,
vino a recibir su último galardón, irse
con Dios.
Su familia con mucho amor y respeto,
recuerda
su hija Chelita, lo extraña cada día,
cuando estábamos todos
los hermanos reunidos, a la
última que mencionaba,
(cuando caen, lagrimas por sus ojos)
por ser su copia retratada.

X

A propósito, no me llamo
Graciela, en la escuela cuando
pasaban la lista, mencionaban
un nombre el cual no reconocía,
hasta los nueve años de edad,
cuando vine a saber, que me llamaba
Celinda y hasta el día de hoy me dicen, “Chela”.

XI

El día de hoy mi padre
Don Leónidas, yace en el cementerio
del Puerto de Huasco.
Recordado como el señor que era y será,
por siempre y para siempre,
en el corazón de su familia querida.
El gran reloj, lo solicitó,
“volviéndose un maestro
de los relojeros en el Universo”,
dejando esta dimensión el año
2021, llenándose con su pasión
hasta su último día,
la Relojería.

Con cariño a mi Padre, Chela…

René Julio Milla Auger.

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