UN INFIERNO CUALQUIERA
Las tórtolas del invierno registran
el sol en la ventana,
las diminutas bocas de la tierra
en los tiestos de barro suspendidos.
Podría haber nacido en el Magreb,
en una oscura calle de Córdoba o París.
Coser, labrar el campo,
vender pan o aceitunas,
o bailar en el puerto del Bósforo en Turquía.
Todo sería igual -mi amor sería igual-,
locura y mansedumbre que no quiero entender.
La poesía es solo un infierno cualquiera,
y yo muero, lo sé,
si escribo y si no escribo.
Ya no puedo esperarte,
llueve y la lluvia empapa
este último pulso que me echo a mí misma.
Un rebaño de soles me ha doblado la espalda
y yo debo tomar mi veneno diario,
esta dosis de opio que aplaca tanta angustia.
-¡Ya te olvidé, pero cuánto te extraño!-
María García Romero