Una hoja.
Una hoja, tan sólo una hoja seca
entre las páginas de tus pupilas,
arriando el tiempo que tus murmullos eternizaron,
rompe el silencio con su crujir desnudo
y se declara loca,
rebelde,
solitaria
y trotamundos…
gira y regira como si un latigazo resucitara
las flores nuestras, como si el nudo de los ocasos
-con sus reflejos aletargados en cada vuelta –
nos asfixiara, nos convirtiera en fuente de luces,
tan enigmáticas, tan bipolares…
Una hoja, con el silencio a cuestas – como las rocas
que van rodando-
en la nostalgia de una hoja seca.
Everardo Antonio Torres González.