La calavera huesuda
En Durango la Calaca
se dijo: ¡Aquí yo me apeo!
Mientras en Tekity tragaba un taco
pensando en tumbar las lacras
de alacranes emponzoñados
para darles un buen sablazo
o pegarles el mortal palo.
Y así la ciudad dormía
mecida cómodamente
entre callejas tranquilas
de coloniales paisajes
y delirantes celajes
mientras la flaca tramaba
llevarlos a su morada.
Cargada de hoz y guadaña
hasta el aire le incomodaba
deseosa ávidamente
de tragarse a tanta gente
mirando muy impaciente
con cuencas desorbitadas
las faltas de los dementes.
El infierno le seguía
las huellas fervientemente
pues se sabe sobradamente
que en el clamor de su fuego
en juego va tras su guía
siniestra y astutamente
pa` requemarse a durmientes.
No contaba la canija
calavera de mil enredos
que va encuerada del cuero
que la cultura local
era una luz de alegría
que brillando de noche y día
tenía a las almas muy vivas.
Y así la misma Huesuda
con su rostro de caradura
ce horrorizó de cultura
junto con su ígneo pariente
y nos vino a pelar los dientes.
Alberto Espinosa Orozco.