LAS AZUCENAS.
Por la ventana, un rayo que madruga se adentra en las pupilas, la pared es un trozo de blanca soledad que te aparta en silencio.
Busco dormido tu voz entre mi sueño y a lo lejos escucho el eco de tus pasos.
Camino descalzo entre charcas y lluvia, lastimando las piedras y las gotas que caen enturbiando el espejo.
Las uvas son dulce tremor en la distancia, en el beso asfixiado por polvo y abandono, por la caricia etérea de la melancolía.
La luna se asemeja a tu voz platinada, a la blanca vajilla en la mesa de antaño, a la redonda ausencia, a mi bolsa vacía.
Sólo tus manos tibias, delgadas y enigmáticas pueden tocar mis sueños y las teclas del piano que agoniza en la sala.
Vino de ausencia
escanciado en la copa
de los recuerdos…
Cuántos pájaros cantaron en las ramas secas de nuestro árbol y con el alba a cuestas astillaron el cielo.
Cuántas copas de vino se esconden en los versos, inconclusos, nostálgicos, en escritura gótica…
Cuánto amor en las sombras que vagan en el tiempo y en oscuro silencio de los pasillos.
Las azucenas
conversan con los pájaros
en día nublado.
Everardo Antonio Torres González.