CARTA A UN CADÁVER.
Me pregunto:
¿Qué habrá sido de ti?
¿De dónde vienes?
¿Y tu familia?…
¿Tus hijos dónde están?
¿Cuántas adversidades habrás sorteado
para que tu cuerpo,
llegara a nuestras manos?
Es cierto… el género humano es noble
ama y es amado.
Consuela y es consolado.
Tú seguramente diste y recibiste
amor y felicidad
como hija, madre, hermana, amiga, amante.
Ahora… estás aquí en la plancha fría,
mártir en el altar del sacrificio.
Nosotros escudriñamos tus entrañas,
tocamos las fibras sensibles de tu ser
en el templo de tu cuerpo
para comprobar lo antes descubierto.
Te admiro María Díaz
(porque ese es tu nombre
según el gafete metálico de tu arete).
Pensaré en ti como la maestra inolvidable
que nos lleva de la mano
a lo ignoto de la ciencia.
Gracias, muchas gracias
por permitirme abrir
como un libro tu corazón
y diseccionar tu alma.
Rafael Ortiz Erzeños.