POEMA DE LA MUJER TRISTE
Vi plasmado un día en ti, lo indescriptible,
te vi como un gigante en el devenir del tiempo,
eras tú mi feligrés, yo tu sacro templo,
donde oficiabas tu ritual, mágico, indecible.
Henchida de placer mi alma cual, amada,
no cabía en sí de gozo rebosante,
era mío el paraíso, eras mi amante,
mas, edificaba en breñas mi morada.
Como manjar tentativo, apetecible
impenetrable, impasible y escabroso,
convirtiose tu amor en imposible,
inalcanzable, ansiado y tormentoso.
Ahora sólo somos ermitaños en la vida,
hoy tal vez, nuevas sendas tomaremos,
dos extraños que se amaron ya seremos,
y con inmenso dolor, ¡Ay presagio tu partida!
Irma Alejandrina Rondón Varela.