Poema del lobo a la luna llena.
I
La luna apareció en el cielo,
majestuosa, gigante, misteriosa,
con el rostro pálido como una geisha
y tan enorme como la maldad del mundo.
Su brillo iluminaba las aguas,
la tierra, los árboles y hasta el aire
con una luz tan fresca
que a cualquiera enamoraría.
II
El joven lobo por el bosque pasaba,
triste, decepcionado, con el corazón roto,
jurando nunca más enamorarse,
prohibiéndose volver a sonreír
y al mirar al cielo por percance,
no imaginó que aquel brillo lo atraparía,
fue tan bella su ilusión,
que por un momento olvidó
que un ser de tierra era él
y ella un astro que jamás tendría.
III
Esto fue amor a primera vista,
amor como ese de los jóvenes
que en el mundo hacen sus vidas,
ilusión tras ilusión,
un puro y perfecto amor
que no en mil vidas se daría.
IV
La luna siguió muda
y el lobito con ojos de amor la miraba,
con sinceridad arrebatas
unas hermosas palabras dedicó,
mas la luna tan blanca pero rosada,
tras las nubes se ocultó,
¡cobarde, estúpida, descarada!
V
–¡Hermosa princesa, luna!,
creo que eres el amor de mi vida,
no podrá olvidarte ahora
mi alma por ti seducida.
VI
La luna nada respondió
mas el joven lobo no se rindió,
con el corazón en la mano
al cielo nuevamente miró.
VII
–¡Soy tuyo, luna!
–así sonriente le gritó-
Si no me quieres luna,
mi vida he de desechar,
pues sin ti sentido no tiene
y ya no me quedan fuerzas para luchar.
VIII
¿Tienes pareja luna?
¿Acaso ocupada estás?
¿Quién la dicha tuvo de amarte primero?
¿Quién de tus penas y llantos es dueño?
Dime si por casualidad podría ser yo
quien te llegue a quitar el sueño.
IX
Dime luna bonita,
si algún día podré besar tu boquita,
pues tu brillo me ha deslumbrado,
¡ese brillo de tu carita!,
un brillo que siempre había buscado
mi amada luna bonita.
X
Y así el joven lobo
sin respuesta se quedó;
subió al monte cabizbajo
y sobre una roca se sentó,
aquel brillo gigante y hermoso
del que se enamoró,
esa oscuridad nocturna absorbente
se desvaneció.
XI
–¡Somos polos opuestos, mi amada!
–así se lamentó–
Ni pareja, ni manada,
ni familia, ni perrada
ni reguetón , ni balada,
ni dulce, ni limonada,
solo soy un alma ilusionada
y tú, una luna llena que se queda callada.
XII
Tampoco hubo una respuesta
y su visión nocturna se activó
con las orejitas abajo,
como caballeroso macho se retiró,
entonces supo el lobo
que una vez más estaba rogando,
pero como aún era muy joven,
su brazo a torcer no dio,
al desamor y a la pena no se entregó
y a la noche siguiente,
su romántico poema nuevamente dedicó.
Ever Cadenas.
Venezuela.