EL ÁRBOL QUE NO MUERE
Desde el jardín de la casa
oía las campanas de la iglesia,
culto en la niebla del anochecer.
Tú, reflejada en la abierta ventana,
cruzábamos palabras nacidas de tu piel
a la sombra de nuestra intimidad.
Yo dibujé la espera de tu voz,
tan cercana a la luz de mis razones,
invadiendo tu historia personal
en el acantilado de todos nuestros sueños.
Estoy cansado, ausente tu dulzura,
mi norte hecho cenizas, sin enigmas;
una puerta reabierta a los malentendidos
ha desfilado por mi vida.
He descubierto, queriendo llegar
a nosotros, dos gritos sin nosotros
en un llanto de agujas, sumergido en la llaga
de mi historia sin puerto y en tus ojos que lloran.
Aún nos queda un mañana, más allá
de la prisa que invade
el tiempo, mordiendo nuestro pasado.
Nos amamos con un beso incendiado,
amor abierto al árbol que no muere,
una gesta de nuestros sentimientos.
Si abrazaras mi ausencia,
no existiría el olvido.
José Manuel F. Febles.
People Comments (2)
Jose Verdugo marzo 27, 2020 at 5:47 pm
Yo soy un arbol que ha nacido como un nino de un vientre materno, al igual que todos mis hermanos han venido a este mundo. Me han visto nacer y me han visto crecer miles de aves y animales e insectos, pero, tristemente hoy tambien mueren a mi lado, como siendo fieles a su nido y a su sombra que un dia les di.
admin marzo 29, 2020 at 7:26 am
Muy bonita tu reflexión José Verdugo, es una buena asociación de ideas.