RECETA
Preparar la palabra como un plato feliz y suculento.
Aderezar los bordes de las letras minúsculas
y destacar los nombres de todos los silencios cotidianos.
Fermentar -con cuidado- las esperas del verbo,
mientras crecen las voces del interior difuso.
Aligerar pronombres personales y adjetivos.
No hornear las metáforas y degustarlas crudas.
Diluir cada estrofa en la fugaz certeza de una interrogación.
y dejar que repose cada verso hasta que coja cuerpo la belleza.
Nieves Álvarez Martín.