RECUERDO LA PARTIDA DEL TREN A LAS 16:45
Eran sus labios fantasmas que habitan el olvido.
Cortina húmeda en tarde de canícula. Bebían despacio la sal de la saudade, con destreza funámbula y precisa.
¡Ah! de sus labios, de la fuente otoñal que se inundaba con astillas de noche (silenciosas).
Una gladiola marchita eran sus labios, entre nostalgia, llovizna y otros cuentos.
Y desteñían las miradas de la aurora y suavizaban la sombra de las velas y la dulzura del vino y el pan y la humareda azul de la melancolía.
Eran (qué importa), como una luz, que vaga, tras el silencio vital de la memoria.
E. Antonio Torres Glez.