Romance de Nochebuena.
Al llegar la medianoche
y al romper en llanto el Niño,
las cien bestias despertaron
y el establo se hizo vivo.
Y se fueron acercando
y alargaron hasta el Niño
sus cien cuellos anhelantes
como un bosque estremecido.
Bajó un buey su aliento al rostro
y lo exhaló sin ruido,
y sus ojos fueron tiernos
como llenos de rocío.
Una oveja lo frotaba
contra su vellón suavísimo
y las manos le lamían
en cuclillas dos cabritos.
Las paredes del establo
se cubrieron sin sentirlo
de faisanes y de ocas
y de gallos y de mirlos.
Los faisanes descendieron
y pasaban sobre el Niño
su ancha cola de colores;
y las ocas, de anchos picos,
arreglábanle las pajas,
y el enjambre de los mirlos
era un vuelo palpitante
sobre el recién nacido.
Y la Virgen entre el bosque
de los cuernos sin sentido,
agitada iba y venía
sin poder tomar al Niño.
Y José sonriendo iba
acercándose en su auxilio
¡Y era como un bosque todo
el establo conmovido!
Gabriela Mistral.