SE APAGÓ LA VOZ
Quise buscar la paz en la impotencia,
y encontré entre los bordes de mis labios
los posos de un quejido que se apaga.
Por qué boca salvaje, de fulgor,
se rompe la mirada en el pecado
por gritar más allá de la alabanza.
El enorme quejido de una nube
no fue mi tiempo, fue tal vez el tuyo,
que, injusto, te arrancó un llanto y un tormento
ante el sueño de aquel que, lamiéndote
la voz, en su hendidura, olvido fue.
José Manuel F. Febles.