Duerme niño, duerme

DUERME NIÑO, DUERME.

Duerme niño, duerme, que María, la Virgen amorosa, te acuna en sus brazos, te da el calor de su cuerpo al son de una suave canción de cuna, con el murmullo del agua del arroyo en su fluir hacia los corazones esperanzados.

Reposa tranquilo, el señor San José vigila tu sueño, la noche es larga como el camino de las estrellas que decoran el negro manto sobre la tierra, se acabó la oscuridad, el brillo de tus ojitos guía hacia ti a toda la humanidad en la expectativa del Salvador.

Ya llegan los pastores, se escucha el balido de sus ovejas, los ángeles les han anunciado tu nacimiento. ¡Mira cuántos llegan! Ellos son los primeros en acudir a tu llamado. Es una multitud de marginados, personas de buena voluntad, impulsados por sus esperanzas de una vida mejor, te dan la bienvenida con lo más valioso de sus corazones para compartir con largueza lo poco que tienen, la leche y el queso para alimentarte, la piel de cordero para cubrirte de las inclemencias del invierno.

Traen a sus hijos, pequeñines como tú, la alegría de la noticia les ha espantado el sueño, te miran con asombro, quieren darte besos y caricias, jugar contigo como su hermanito. Sus almas inocentes albergan la bondad y la alegría de vivir, aunque les falten bienes materiales. Ellos siempre saben encontrar lo bello, aunque sea muy pequeño.

Los reyes y los sabios vienen a adorarte, traen sus regalos en reconocimiento a tu realidad como ser humano, te hiciste como todos nosotros para ser nuestro hermano y acompañarnos en este camino terrenal. Te presentan sus tesoros, el tributo al rey de reyes, humillan su majestad frente a ti al reconocer la divina potestad, eres el rey bondadoso, justas son tus leyes. Por ser Dios te adoran con sus ofrendas, el incienso oloroso se eleva a los cielos llevando nuestras almas hacia tu infinitud.

Esta nochebuena, frente al portal de Belén, todos te miramos, depositamos nuestros regalos, nuestras pequeñeces.

Mira cuántos viven en las calles, no tienen dónde resguardarse de las inclemencias del clima. Mira la multitud que sufre por el hambre y las enfermedades. Hombres poderosos de corazón marmóreo, frío y duro, mienten sin recato para manipular a la gente y enriquecerse a costa de sus sufrimientos y carencias. Hombres fieros nos atormentan con sus armas, el olor de pólvora y humo enrarecen la atmósfera, en el miedo nos imponen sus leyes inicuas de corrupción y drogas, la guerra arrasa poblaciones enteras, y la gente inocente, de buena voluntad, sufriente, peregrina de un lugar a otro buscando tu portal, donde puedan vivir en paz.

¿Por qué somos así? No lo entiendo.

En esta nochebuena, frente al portal de Belén, nos postramos como los humildes pastores, con la esperanza de un mundo mejor, donde no haya hambre, ni odios entre hermanos, ni guerras; con la esperanza de la civilización del amor.

Duerme niño, duerme, bendícenos con tu sonrisa a toda la humanidad.

Phillip H. Brubeck G.

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