HIJAS DE EVA
Mi madre, Eva, me habla en el murmullo de animales y cosas, cuando mis pies están en la Tierra y la Luna me mira sostenida por alas de mariposas nocturnas; me dice que no crea en las antiguas letras, que nunca hemos sido una costilla, que no fuimos producidas por el sueño de un hombre, sino que somos del mismo barro.
Mi madre Eva dice que no valió la pena pasar desapercibida y pequeña, agachar la cabeza, guardar el rayo de Luna bajo la falda; de cualquier manera, fue culpada de los males del mundo, convirtiendo el deseo de libertad en pecado, en acción antinatural.
Las caricias de Selene dicen que no, no soy un elemento accesorio del mundo, ni la “ayuda idónea”; soy quien soy en mí misma, con mis propias ideas y horizontes, mi mundo no puede ser definido con la letra de otro.
Las mariposas nocturnas se posan en mis sienes y me traen las palabras que me cuentan el lado oculto de las viejas historias. Poco a poco, debajo de los mitos viriles, surgen esas hijas olvidadas de Eva, las despreciadas, las perseguidas, las que siguen gritando su nombre, ahora escuchado.
Ellas forman sendero, para que nosotras, nuevas hijas de Eva, caminemos, caminemos.
Marcela Quiñones.