DONDE HAYA ERROR, PONGA YO VERDAD.
La discordia entre dos personas muchas veces es producto de una falsa concepción de la realidad por parte de una de ellas, por eso en el cuarto verso de la «Oración de San Francisco» pide a Dios “que allí donde haya error, ponga yo verdad”. ¿Cuántas veces nos equivocamos en esta vida? No somos perfectos, mucho menos sabios. Con toda facilidad percibimos las cosas de manera equivocada, nuestros sentidos se encargan de un punto de vista nada más, y luego las ideas que traemos en el cerebro se encargan de interpretarlas, a veces en un sentido contrario al que en realidad es, por lo que muchas veces lo bueno lo calificamos de malo, y sin escuchar al otro lo condenamos. Otras ocasiones, creemos estar haciendo un bien, pero en realidad es algo malo.
Por el otro lado, los errores de las demás personas muchas veces nos exasperan, pues por simple sentido común no podemos dar crédito a esos errores, en su mayoría producto de la ignorancia.
Claro, los errores también tienen como fuente las ideas preconcebidas, como aquellos que se escudan en el refrán popular “piensa mal y acertarás”, con eso pretenden tener una gran agudeza de pensamiento, perspicacia para calar profundo en los hechos o la psicología humana, a efecto de descubrir las verdaderas intenciones en el actuar de la otra persona. Sin embargo la experiencia me ha demostrado que esta forma de pensar lleva con toda facilidad al error, de ahí que los corrijo diciéndoles “piensa mal y errarás”.
Una vez un amigo hizo el juego de palabras, decía que debemos “actuar con afecto y con efecto sobre el defecto del otro”. Según las circunstancias, con la fuerza de la verdad debemos sacar al otro de su error, hacerlo de tal forma que pueda corregirse, sin que por ello se vaya a sentir humillado. Además, la verdad bien dicha es el factor fundamental para eliminar las desavenencias producto de los malos entendidos.
Phillip H. Brubeck G.
