EL ESCRITOR Y LA HOJA EN BLANCO
Aquí estás con tu sardónica sonrisa, en constante burla a mi osadía. Sé que quisieras seguir inmaculada, antes de mi atrevimiento a plasmar mis palabras, sufres tú y yo más que tú, porque pongo a prueba de que mi escrito se doblegue a tu brillantez, si supieras que me desgarra el sentimiento por la dificultad de trasladar mis ideas a la escritura, ¿quién soy yo para entablar este parloteo contigo? Lo que me nace desde el fondo de mi ser, la angustia por tratar de explicar el por qué en convidarte de mi iluso intento.
El rasgar de las teclas sobre la máquina, escocerá tu piel y tal vez me tratará de que mida mis palabras rasposas, desmembradas por el sentimiento. Nadie ni siquiera yo mismo sé lo que voy diciendo en la escritura que como lava sale de mi impulso para tratar de ser.
Como si fuera una penitencia. Se oscurece el interior cuando la idea no fluye a pesar de dar vueltas y vueltas en el cerebro.
Una congoja me hace temblar cuando siento que digo y escribo cosas banales, como aquellas que nadie llega a comprender.
El que escribe sabe la sentencia: hay tantas frutas que maduran sin abono y a la primer mordida, se arrojan con fuerza.
Sigue contemplándome, pero ten por seguro que ya no eres mi enemiga, que al trascurrir las letras a querer o no, van marchitando o tal vez abonando los renglones que como un racimo de uvas sin semilla, llenan el horizonte glauco de tu espacio.
Sabes tú que el estado de ánimo, nos lleva a que cuelguen en las líneas que se van llenando con la fuerza del espíritu, de la memoria y la experiencia. Con tales armas ha cedido el miedo, surge la esperanza, la tristeza se ha cambiado en alegría y comienza a burbujear un suspenso en lo que va a seguir.
Por qué tiemblo al continuar escribiendo, en una lucha sin límites de tiempo entre tu blancura y mi escrito, no habrá vencedor ni derrotado, al final nos daremos la mano. Tú te llenaras de palabras, las guardarás como un tesoro que alguien ajeno a los dos lo probará y bien o mal, llegará a expresar: alguien trató de decir algo, o puede que no y al leerlo dirá que no tiene importancia y la arrojará al cesto de los papeles olvidados.
Al final te habrás convertido, dejando tu blancura en un escrito donde se leerá el momento en que juntamos los deberes, yo como escritor y tú hoja que ensamblará para conjuntar algo que pueda ser leído.
Después estarás como el escritor, esperando ese momento en que se vuelvan a reunir para forjar un escrito más, que cada vez será mejor que lo anterior porque se nutre de otros escritores, de la esencia de los libros y de la voluntad de la vida.
Aunque no sea nada fácil quitar la sensación íntima y propia de cada uno, del primer intento al desbordarse en la hoja en blanco.
Debes de saber que antes de esta conversación, tuve que sufrir en carne propia no llegar anidar mis letras en los acuerdos y misterios que se esperaban de ti, en las desgarraduras de expulsar los sentimientos que atormentan el inicio de cada comienzo, el planeamiento o cuadratura de hacer sentir lo que tu deseo, desarmado gane la indiferencia y la desaprobación, las palabras derramarán sus lágrimas, o en un mínimo momento habrá alguien nos de la confianza y comprensión al leer y tal vez escucharemos un poco de aprobación.
Nada nos doblega porque el que se dobla al primer instante, está derrotado. No, la hoja será cubierta por completo de palabras, le daremos también la espalda y comenzaremos la siguiente página.
Dr. Francisco Javier Guerrero Gómez.