Un par de flores

Un par de flores.

Hoy estoy triste, un profundo pesar embarga mi corazón, quiero fugarme, no pensar, no sentir, quedarme dormido por días.

Cuando se destruyen las expectativas, los sueños no tienen sentido, las ilusiones se desvanecen como las amistades cuando intereses más poderosos sobrepasan la lealtad.

La esperanza se ha escondido, los anhelos desaparecieron, fue como un soplo de viento que todo se llevó dejando un terrible vacío, la angustia en medio de la nada.

Los malos espíritus nos dividieron, lo que era armonía trastocaron en caos. Unos enfrentándose a los otros sin necesidad ni motivo real. Callé sobre ciertas cosas tuve que guardar silencio para mantener la cordialidad, el flujo de la energía que conecta a los corazones, pero alguien se encargó de emponzoñar el líquido cordial con su hiel, día tras día brotó el veneno de sus palabras embusteras hasta dejar bien empapadas las almas que pasivas lo recibían y así logró dividir, enfrentar, enemistar, haciéndonos rivales.

Hoy estoy triste, la rueda se negó a dar la vuelta, desde hace tiempo estoy atorado debajo de ella, oprime todo mi ser, con la impotencia de escapar a su presión, circunstancia que aprovecha quien una vez proclamara amistad a pesar de las diferencias existentes entre nosotros, pero hoy las remarca, con saña espeta su burla atravesando con su fría punta los sentimientos más profundos.

Algo había previsto, pero hasta ahora me doy cuenta de su magnitud, parece ser algo irreversible o por lo menos perdurará por una generación de silencio, de opresión, en la que forzarán a muchos a marchar rumbo a los acantilados azotados por olas embravecidas.

¿Hasta cuando, oh Dios, acabará esta pesadilla?

En los delirios oníricos los malignos espíritus noctámbulos me despojan de todos los bienes que han adornado mi vida, me encierran en un oscuro calabozo, las manos atadas para no escribir, amordazado con cinta adhesiva para no separar mis labios.

Lloran las letras, arrastran los torrentes salados que se niegan a brotar de los ojos agrietados por la sequía provocada por el personaje que solo destila hiel.

Lloran las letras porque no quieren dejarlas fluir, el denuesto desacredita la verdad que portan, pues dicen significan lo que no son, pues se sienten los hacedores de los contenidos deconstruidos, deshechos y vueltos a armar con una disposición anárquica.

Veo un par de flores pequeñas, solitarias en medio del prado, sus pétalos alargados, rojos con puntas amarillas, sobresalen apenas unos centímetros del césped verde, parejo. Ahí están, con todo su esplendor, a plena luz del día, gozando su espontánea existencia, sin preocupación alguna, me hablan, me dicen que un tiempo estuvieron aprisionadas debajo de la tierra, pero después del paso de la podadora, brotaron con libertad para expresar toda su belleza.

Un par de flores me recuerdan que podré estar recluido en el más profundo calabozo, sin poder hablar con nadie, sin medios para escribir, pero nunca, nunca me privarán de la libertad de pensamiento, de la imaginación que atraviesa todos los muros para viajar a cualquier parte del universo y los mundos de ficción. Podré estar totalmente aislado de las demás personas, pero siempre, siempre tendré la compañía del Padre misericordioso que, en la simplicidad de un jardín, da la excelsitud a la belleza de un par de flores por Él sembradas, sin esperar el consentimiento del jardinero.

Phillip H. Brubeck G.

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