Artículo: El camino de la paz.

EL CAMINO DE LA PAZ.

El año 2019 estuvo marcado por situaciones de conflictos sociales y políticos en gran parte del mundo. Diversas situaciones de injusticia fueron los principales detonadores de esa violencia, lo que a su vez generó “una mentalidad de miedo y desconfianza, que termina por envenenar las relaciones entre los pueblos e impedir todo posible diálogo”.

Un fenómeno grave que se ha intensificado por los efectos de fallas en el modelo económico del globalismo neoliberal, es el de la pobreza. La brecha entre ricos y pobres sigue creciendo, cada vez es mayor el número de estos, mientras que los pocos ricos siguen acumulando de manera egoísta los bienes, sin importarles nadie más. Los pobres no ven respuesta a sus anhelos de justicia; la corrupción crece por todas partes; la delincuencia amaga a la sociedad pacífica. Son formas de violencia que se ejercen en contra de las personas, lo que genera a su vez sentimientos de reivindicación que pueden ser a su vez violentos.

En la búsqueda de soluciones, muchas veces los políticos aprovechan para remarcar las diferencias entre las personas, generando así los enfrentamientos ideológicos entre amigos y familiares. “Cualquier situación de amenaza alimenta la desconfianza y el repliegue en la propia condición. La desconfianza y el miedo aumentan la fragilidad de las relaciones y el riesgo de la violencia, en un círculo vicioso que nunca puede conducir a una relación de paz”.

En su mensaje con motivo de la 53 Jornada Mundial de la Paz, titulado “La paz como camino de esperanza: diálogo, reconciliación y conversión ecológica”, el Papa Francisco, el primer día del año 2020, hizo un llamado a los gobernantes de todos los países, para lograr la reconciliación entre las naciones, así como entre las partes de los conflictos internos; pero a la vez, nos marca pautas a las personas para que, en nuestro entorno, cada uno de nosotros nos convirtamos en artífices de esa paz que tanto anhelamos.

El sumo pontífice católico, señaló que “la paz no se logra si no se la espera”. Esta espera no es pasiva, no es permanecer con los brazos cruzados hasta que resulte por sí misma. No. Es estar plenamente convencido de que la podemos alcanzar en nuestro ámbito vital, con la creencia de “que el otro tiene nuestra misma necesidad de paz”, y para ello debemos encaminar nuestras acciones a alcanzarla. Bien lo señaló Hermann Hesse hace un siglo en su novela Demian: “Cuando un ser racional o irracional dirige su atención y voluntad o sus deseos hacia una cosa determinada con todo interés, acaba por lograrla”.

Para ello, insiste el Papa Francisco, “es necesario apelar a la conciencia moral y a la voluntad personal” de cada uno de nosotros, para estar dispuestos a realizar lo que nos corresponde en beneficio de la sociedad donde vivimos, toda vez que “el mundo no necesita palabras vacías, sino testigos convencidos, artesanos de la paz abiertos al diálogo sin exclusión ni manipulación. De hecho, no se puede realmente alcanzar la paz a menos que haya un diálogo convencido de hombres y mujeres que busquen al verdad más allá de las ideologías y de las opiniones diferentes.”

Partiendo del principio de nuestra individualidad, vivimos en una sociedad plural, la forma de pensar de cada uno es distinta de la del otro, y esto lo debemos aceptar como una realidad, como el típico ejemplo de los dedos de la mano, ninguno es igual. No obstante esta diversidad, por los efectos propios de la naturaleza humana, tenemos muchos puntos en común y esto es lo que debemos buscar.

Si trabajamos en encontrar eso que tenemos en común, independientemente de nuestra filiación política, o nuestra religión, o de una cosmovisión distinta, basados objetivamente en la verdad y la justicia, podemos percatarnos que son más las cosas que nos unen que la que nos separan. Esto lo he podido comprobar con mis amigos, con quienes he llegado a discutir sobre temas políticos, religiosos, sociales, económicos, filosóficos, cada uno sosteniendo su punto de vista con sus argumentos, pero a fin de cuentas, aceptando y respetando las diferencias, siempre llegamos a la conclusión de mantener esa amistad que vale más que cualquier ideología, pues como dice el Papa, se llega al “punto de reconocer en el enemigo el rostro de un hermano”, pues además, “solo eligiendo el camino del respeto será posible romper la espiral de venganza y emprender el camino de la esperanza”.

Es de esta forma como todos podemos contribuir de manera efectiva a instituir la paz en nuestras relaciones con nuestros familiares, con los amigos, en la escuela, el vecindario o el trabajo, porque “la cultura del encuentro entre hermanos y hermanas rompe con la cultura de la amenaza”, hacemos que desaparezcan el miedo y el rencor, con lo cual vamos a facilitar el trabajo de los gobernantes para alcanzar la paz en nuestra ciudad, en nuestro país.

Phillip H. Brubeck G.

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