Más aprisa Parte 4 final.

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Más aprisa, Parte 4 final.

Más aprisa parte 4

En ese instante, todos los monitores de las computadoras que estaban encendidas sobre la superficie terrestre, ante la mirada atónita de los cibernatuas, se tiñeron de rojo sangre (como la furia que sentía Epifanio al no poder hacer lo que deseaba en ese momento), la tonalidad fue cambiando de manera gradual hacia la gama del morado; se oscureció en un profundo azul marino (la mente de Silvertina se obnubiló en la opacidad de la impotencia técnica) hasta degradarse en un azul celeste, brillante como el cielo despejado de una mañana de primavera (con la intención de proporcionar serenidad a todos los espectadores). Unas letras minúsculas, surgidas del centro de la pantalla se fueron agrandando, para dar el efecto de que se acercaban:

“Tranquilo, toma la vida con calma, es hora de hacer un alto en el camino para reflexionar.”

El mensaje se desvaneció para dar paso a otro:

“Mira lo que hay dentro de ti.”

Se activaron las bocinas, se escuchó el murmullo del agua escurriendo por un arroyo y los trinos de unos pajarillos anónimos. Nuevo mensaje de texto.

“No tengas miedo en pensar y meditar.”

La pantalla cambió a un tenue verde limón, como invitando a tumbarse en la hierba campestre.

“Pasa por encima de los comentarios superficiales, los emoticones y las frases trilladas. Cuando realmente te intereses por leer lo que el otro tiene dentro de su ser y tengas tiempo para compenetrarte con su sentimiento, entonces lograrás la auténtica comunicación.”

El color de fondo se tornó amarillo mientras las letras se tiñeron de morado.

“Atrévete a leer un libro entero.”

Se escuchó un clic en el CPU. El monitor se apagó. El sistema se reanudó. Las pantallas recobraron su brillo y color normal. Preocupado por la pérdida del tiempo, Epifanio volvió a ver el reloj, eran las 15:20, no podía creerlo, parecía que el fenómeno cibernético había durado una eternidad.

-Vaya que ha sido extraño esto -dijo Silvertina en la soledad de su habitación-, para nada toqué la compu y solita se apagó y se volvió a encender en la misma página. ¿Quién saben quién fue el chistosito que me hizo esto?

– ¡Por Júpiter tonante! De no haberlo visto no lo creería -exclamó Manzino-. Esto debe ser una señal divina, algo más va a suceder, estas cosas no pasa nada más porque sí, todo tiene una causa y un efecto.

– ¡Uf! -suspiró Rutilio- al parecer ya todo regresó a la normalidad -mientras decía esto tecleó una palabra para comprobar la velocidad del sistema-, nada hará cambiar a la humanidad, nadie nos obligará a leer grandes textos, con tres palabras de cada cosa estaremos bien informados, seguiremos comunicándonos a la perfección.

Fin.

Phillip H. Brubeck G.

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