Triste Navidad.

Es diciembre, el padre ha marchado sin detenerse,
en aquel hogar donde todo fue paz y amistad
se ha vuelto descuidos sin palabras que comentar.
Se han ido desde sus ojos las miradas de picardías
perdiendo el sentido de las cosas, porque nadie vive
en el mismo lecho para que opinen solo mentiras.

Se fue, en medio de los gritos y su bondad.
¿Quién mide los tiempos cuando todo acaba?
Es diciembre y la vida continúa, sin medir
los espacios que se aproximan al pasar.

Todo es luz, todo es Navidad.
Las vidas continúan sin detener el tiempo
que descubre en soledad.
La mesa vacía, sin regalos, sin pan.
Sin los hijos que lejos no imaginan las penas
en las campanadas de la noche buena
cuando en su soledad, recuerda los abrazos
las alegrías y la paz.

No hubo abrazos, cenas, ni amistades.
Solo lágrimas que rodaron por sus mejillas
cuando en silencio esperó la Navidad.
Los niños en la calle gozando al pasar
sonriendo con sus regalos, los encuentros
con aquellos que han pedido mucho más que paz.

Un hombre que ha partido por amor a su verdad,
llora en silencio, porque sus hijos están con mamá.
Nadie cuenta la historia, desde la verdad
solo conjeturas que hieren con sentimientos
que siempre duelen porque las dicen los que nunca
comprendieron que la vida es bella y dura,
cuando se rompen las ataduras del tiempo
que pasa sin pasar.

Moisés Jorquera Vivanco.