Dame tu mano.
Dame tu mano, déjame sentir en su tersa superficie el calor del amor, el pulso de la vida con su ritmo sosegado, la armonía del acorde perfecto de tú, yo y Dios, con la dulce melodía del amor eterno.
Deja te abrazo, el viento es frío. Unidos no se siente, simplemente nos comunicamos la razón vital de la existencia y con eso es más que suficiente, nuestras almas se envuelven en un solo ser hasta la eternidad.
Enlaza mi brazo, pegaditos los dos, caminemos con el mismo paso, tranquilo, sin prisa, por el camino de la vida que tenemos por delante, se alcanzan a ver tramos rectos y algunas curvas cuesta arriba, pero más allá de la cima del cerro de las ilusiones no sabemos lo que habrá. Cuando lleguemos allá veremos lo que nos espera.
Abrázame, abrázame fuerte, en la fusión del amor, con el dulce movimiento en la cadencia de un baile sin fin.
Espera, detengámonos un momento, se vale ver hacia atrás, allá, al fondo está ese lugar donde ante la ley de los hombres unimos nuestras vidas, un “sí, acepto”, nos dijimos mutuamente, y desde entonces la alegría se instaló en mi espíritu para siempre. Mira lo que hemos sembrado en este largo recorrido, los amigos lo atestiguan, tu sonrisa lo confirma. Ahí están nuestros hijos, el regalo que Dios nos concedió, la vereda era ancha, suficiente para los cuatro, pero en su momento se bifurcaron sus caminos, ahora son ellos siguiendo su destino, unidos con los elásticos lazos del amor que les permite ir y venir, sin importar las distancias que entre nosotros y ellos puedan existir. Ahora ese lazo es tan estrecho como estamos con tu brazo en mi cintura y el mío sobre tus hombros, erguidos mirando el horizonte del pasado, en un recuento de todo lo sucedido.
Dame tu mano, sigamos adelante, satisfechos de lo que hemos dejado atrás en la realización de nuestro amor que seguirá creciendo en cada paso que demos, tú y yo en conjunción con Dios hacia la eternidad, viviendo en plenitud, con alegría serena cada instante. Caminemos al ritmo de la sinfonía universal que enmarca el dulce sonido de tu voz.
Dame tu mano, aún nos queda mucho camino por recorrer juntos en la escritura de nuestra historia de amor.
Phillip H. Brubeck G.