El voto subterráneo

El voto subterráneo

Cuando se está a pocos días de un evento electoral que a decir de propios y extraños marcará la historia de Venezuela en un antes y un después, se observan varias situaciones que serán determinantes en el resultado final de los comicios que están señalados a desarrollarse el próximo 28 de julio.

Todas las encuestadoras creíbles dan como ganador al candidato de la oposición Edmundo González Urrutia. En tanto que los factores que apoyan a Nicolás Maduro han hecho gran diversidad de «piruetas» en la búsqueda de aferrarse al poder, el cual, dicho sea de paso, no han sabido administrar como estadistas, y pretenden transformar, o más bien, deformar el sistema electoral en la búsqueda de artificios electorales, a través de los que el Ciudadano apto para ejercer el sufragio se abstenga de participar en el proceso y así echar mano a cualquier «sombrero de mago» para que aparezcan los votos necesarios que les permitan declararse ganadores.

Es así como el CNE redujo la cantidad de mesas en aquellos centros electorales donde tradicionalmente gana la oposición, se han creado una gran cantidad de centros electorales con una sola mesa y los han ubicado en lugares no tradicionales para ejercer el sufragio como son los centros educativos, ahora están ubicados hasta en los locales de las UBCH, que son instrumentos creados por el gobierno para mantener el control y el clientelismo político.

No contaban los estrategas del PSUV con la habilidad electoral de la oposición, que ya tiene el Padrón Electoral elaborado en profundo y discutido acuerdo entre las partes que conforman este sector electoral.

Novedosos sistemas para construir esta herramienta electoral conllevan a qué estén mucho más avanzados que el PSUV en esta materia, más aún cuando el electorado ve una salida a la serie de penurias en las cuáles están inmersos los sobrevivientes a la emigración en este acto de selección presidencial.

Por otro lado implementa el PSUV, mecanismos que desdicen de las tesis democráticas, al no permitir la libertad de pensamiento del funcionario público, sino que ha orientado a un grupo de «cipayos» a controlar mediante la coacción y amedrentamiento a los empleados subalternos para obligarlos al sufragio madurista, aún con la serie de calamidades que vienen sufriendo, y que se refleja sobre un salario inapropiado, pasando por el alto costo de la vida y las pensiones, hasta llegar a la salud, entre otros.

Sin embargo todos estos ciudadanos, altamente reflexivos, sufridos, vejados y atropellados han entendido que «si no salen por la puerta, saltarán por la ventana», y de forma muy silente, sin hacerlo público cobrarán todos los atropellos, burlas y abusos de los que han sido víctimas por parte del «cipayato».

Este caudal de voto castigo, arrepentido e inteligente no es otra cosa que «el voto subterráneo», representado en una gran cantidad de electores, funcionarios públicos, reflejados en listados hechos bajo presión, carnetizados con bonos que se diluyen en la nada, en fin, una gran cantidad de venezolanos que no soportan más el tremedal en el que han convertido al país y forman la gran cohorte de «electores subterráneos» a los que nadie conoce, no se sabe quiénes son, pero están allí ávidos de un cambio, un tsunami imparable lleno de descontento, presto al 28 de julio, para contribuir con el aluvión que sobrepase el 80% y decrete la victoria de Edmundo González Urrutia como Presidente de Venezuela. No hay duda.

Pablo Quintero Rodríguez.

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