JESÚS GUAJARDO: PIEDRA NUEVA SOBRE VIEJA PIEDRA.

JESÚS GUAJARDO: PIEDRA NUEVA SOBRE VIEJA PIEDRA.

En Jesús Guajardo el óleo se vuelve relieve, grafías cromáticas donde salta la pintura en un esbozo de maqueta. El relieve no es gratuito, es una especie de textura al servicio de los colores a veces cálidos, pocas veces pastel y frecuentemente norestenses: un ocre desdibujado por la incandescencia del sol.

La pintura de Jesús Guajardo es un canto a la coloración del norte del país, coloración que no nos enceguece, al contrario, nos ilumina el tránsito en este semidesierto. Y contra el semidesierto se levanta la arquitectura vernácula de nuestros pueblos, la cuadriculación de esta arquitectura sirve para encontrar la tentativa de Jesús Guajardo: la levedad. Sí, porque este elemento se levanta contra la pesadez del sol y contra la ebria pesadez de algunos personajes de nuestras cantinas del noreste. Porque la levedad hace que los personajes no salten dentro del cuadro, contra el vértigo del salto. Hay una levitación. Los personajes levitan en un ritmo tranquilo, como en el transcurso de las horas después del mediodía. Un ritmo que levita a favor de un par de novios que esconden sus traviesas manos debajo de la mesa; de un gato saliendo del giro cromático; de los consuetudinarios asistentes a las cantinas, que beben el sol, las horas, el ocio y la vida misma en los tragos de cerveza caliente; de los personajes arrancados de la geografía regional; del trazo de las casas en una composición geométrica que recuerda una geometría antigua, que nos viene de los sueños, de las sábanas blancas, del pabellón, de las ventanas abiertas y que llega y se aposta ante el asombro de los ojos.

¿Cuál es el tema de Jesús Guajardo? Su tema es una paradoja, aquí no hay rescate de raíces, en él eso sería banal, aquí enfrente, tenemos una composición cara a los griegos, es decir, la anamnesis. Esto significa hablar de la tradición desde la contemporaneidad. Tradición regional, cierto, contemporaneidad universal, vale. Como asegura Jean-Francois Lyotard, citando al filosofo Wittgenstein en el libro ya clásico «La Condición Postmoderna»: «Se puede considerar nuestro lenguaje como a una vieja ciudad: un laberinto de callejas y de plazuelas, casas nuevas y viejas, y casas ampliadas en épocas recientes, y eso rodeado de bastantes barrios nuevos de calles rectilíneas bordeadas de casas uniformes». En Jesús Guajardo, en su lenguaje pictórico, existe el barrio antiguo de la temática y el color que nos viene de siempre y el barrio nuevo de la técnica, de la manera de abordar, con su trazo, la nomenclatura contemporánea. Una nomenclatura da la tradición con la propuesta nueva, ágil, pero también, reposada: el nuevo lenguaje de una propuesta fresca que empieza a levitar, como sus personajes, dentro del campo abierto de nuestros pueblos. Un nuevo lenguaje pictórico, el de Guajardo, que viene a añadirse a otros lenguajes.

Sea pues bienvenido a este Corredor del Arte que, también, desde la modernidad expone la tradición.

José Jaime Ruiz.

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